La llamada es gratuita, es don, es gracia y regalo de Dios

V Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C. Sábado 5 de febrero de 2022.

Ministerio del Lectorado, Catedral de Ciudad Quesada, 7:00 p.m.

Hermanos todos en el Señor:

En el contexto de la celebración eucarística de este V Domingo del Tiempo Ordinario, tenemos la alegría de conferir el misterio del lectorado a tres seminaristas de nuestra diócesis: Jeison Linares Sáenz, Daniel Ulate Conejo y Albán Ulate Benavides, como parte de su discernimiento vocacional y de su formación para el ministerio sacerdotal. Ellos reciben este ministerio o servicio para proclamar la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas como parte de otras funciones propias de este ministerio que se les confía al servicio de la Iglesia.

Providencialmente, el tema de la Palabra de Dios de este V Domingo del Tiempo Ordinario resulta muy adecuado, iluminador e inspirador para los nuevos lectores, desde la experiencia vocacional en sentido amplio. A diferencia del tema del rechazo -que caracterizaba el tema del domingo anterior- hoy se nos presentan ejemplos concretos de respuestas decididas, generosas y comprometidas al llamado de Dios. Todos nosotros tenemos una tarea, un propósito y una misión a los cuales somos llamados de parte de Dios. Llamado a la vida, a la fe, a la Iglesia, a una profesión, a un oficio o a una vocación específica. Todos estamos llamados al seguimiento radical del Señor y a ser testigos suyos.

Hay un punto importante en este mensaje central de hoy que no podemos pasar por alto: no somos llamados por méritos, capacidades o virtudes propias. Recibimos el don del llamado o vocación que sea por puro amor y misericordia de Dios. La llamada es gratuita, es don, es gracia y regalo de Dios.

El primer ejemplo de llamado y respuesta lo tenemos en la primera lectura, en el caso de la vocación del gran profeta Isaías. Notemos el fuerte e impactante detalle del contexto: ante el llamado y la majestad de la gloria de Dios, Isaías se siente pequeño, indigno e incapaz; “hombre pecador y de labios impuros”, dice. Pero el Dios que llama gratuitamente, por pura misericordia suya, lo purifica y fortalece; le da su gracia y su auxilio. Pero antes, el Señor lanza su provocadora interpelación que suscita la respuesta generosa del profeta: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía? Así entonces, interpelado, transformado y fortalecido por la acción de Dios, Isaías dirá: “Aquí estoy, envíame”. Esta es su respuesta decida, convencida y generosa; ejemplo para nosotros de cómo responder cuando Dios nos elige y llama. Ejemplo y desafío para ustedes, candidatos a lectores, pues son elegidos, llamados y capacitados especialmente con el envío y encargo de proclamar la Palabra de Dios, de ser sus mensajeros y portavoces. Todos, en especial ustedes, lectores, somos llamados y enviados a anunciar la palabra con la conciencia de ser elegidos de Dios, con toda determinación, valentía y decisión a semejanza del profeta.

El segundo ejemplo de llamado y respuesta es el del apóstol Pedro y sus compañeros, que hemos escuchado en el evangelio de San Lucas. Después de trabajar toda la noche en el lago y no pescar nada, pero, sobre todo, después de obedecer la palabra y el llamado de Jesús, de remar mar adentro y echar las redes confiado en su palabra, se tuvo como fruto o resultado la pesca milagrosa. A semejanza de Isaías, Pedro se siente asombrado, sobrecogido, indigno e incapaz; al punto de exclamar: “Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador”. Pero Jesús lo transforma y capacita, diciéndole: “En adelante serás pescador de hombres”. Y dice el texto también que “dejándolo todo, lo siguieron”. Un ejemplo claro de respuesta decidida y generosa. La palabra de Jesús, creída hasta el fondo transforma la vida de Pedro, Santiago y Juan. Por ello, es muy importante que no perdamos de vista que, además de proclamar la palabra de Dios, es necesario obedecer a la palabra de Jesús, como lo hizo Pedro; es decir, fiarnos de su palabra, confiar en ella. Obedeciendo a su palabra, confiando en él y siguiéndolo generosamente es como surge una vida nueva que rompe con el pasado y se proyecta al futuro.

El tercer ejemplo de llamado y respuesta es el apóstol Pablo, presente en la segunda lectura de su primera carta a los corintios. Al principio del texto les recuerda que les predicó el Evangelio que salva, y que ellos aceptaron y en el cual están firmes. Elegido y llamado, transmitió el mensaje central del Evangelio: que Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado, pero resucitó al tercer día. Esta es la fe de la Iglesia que proclamó el apóstol y que también nosotros estamos llamados a proclamar y testimoniar. Al mismo tiempo, como parte del misterio de la vocación, notemos cómo también Pablo reconoce su indignidad y pasado oscuro antes de su conversión: blasfemo y perseguidor de la Iglesia, indigno de llamarse apóstol. Pero Dios lo eligió y transformó en apóstol de Jesucristo como los demás, al punto de decir, por este llamado y transformación, “soy lo que soy por la gracia de Dios”.

Hermanos, los tres ejemplos de llamado y respuesta, que hemos visto, nos hacen ver a todos la importancia de estar atentos, escuchar y acoger la palabra de Dios que nos invita a confiar en Él, para comunicarla y testimoniarla, después de haberla vivido y practicado nosotros. Sin duda, este es un llamado para todos, pero especialmente hoy para Jeison, Daniel y Albán que en pocos minutos recibirán el ministerio del Lectorado.  Insisto, es necesario acoger la palabra para interiorizarla; una palabra que nos hace vencer el miedo, el desaliento y pesimismo, y que, además, nos invita a tomar decisiones importantes en la vida como lo es el seguimiento radical y valiente del Señor.

El Señor nos conceda la disponibilidad y apertura de corazón de Isaías, Pedro, Santiago, Juan y Pablo. Todos ellos escucharon la palabra, la hicieron suya, la pusieron en práctica, la proclamaron con fuerza y dieron vivo testimonio de ella. Así se resume nuestra experiencia de fe como respuesta al llamado del Señor y que se traduce en el seguimiento que supone dejar todo aquello que nos impida estar y vivir con el Señor.

Al pedir por el ministerio de los nuevos Lectores, por nuestra patria que se apresta para un nuevo proceso electoral y por cada uno de nosotros, roguemos para que la fuerza y alimento de la Eucaristía nos convierta en oyentes de la palabra, en testigos del Señor que respondemos generosamente a su llamado, en hombres y mujeres de fe y confianza que todo lo hacemos y vivimos por la palabra y en nombre del Señor. Así sea, amén.