“La mejor forma de prepararnos para el final es practicar la caridad con todos”

"Evangelizar, ser y actuar como misioneros es una vocación que todos recibimos desde el bautismo y que se prolonga a través de toda nuestra vida".

XXXIII Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C. 13 de noviembre de 2022.

VI Jornada Mundial de los Pobres.

Recepción y entronización de la Cruz de la Gran Misión Nacional.

Catedral de Ciudad Quesada, 10:00 a.m.

Estamos a punto de finalizar el año litúrgico. De allí el tema tan claro de hoy sobre la segunda venida de Cristo en gloria al final de los tiempos. Por ello, se nos habla del fin del mundo, del final de la historia, del fin de cada uno de nosotros. Sin embargo, no olvidemos lo más importante: en el plan amoroso y salvífico de Dios todo se dirige a la perfección y a la plenitud.

Sobre el final, no importa tanto y menos nos debe preocupar el momento del mismo, a diferencia de mirar cómo estamos viviendo ahora y cómo nos preparamos para ese final. Esto sí es lo importante y prioritario, por ello estamos llamados a la vigilancia y a la perseverancia en la fe.

En este contexto, celebramos también hoy, en comunión con la Iglesia universal, la VI Jornada Mundial de los Pobres, convocada por el Papa Francisco bajo el lema “Jesucristo se hizo pobre por ustedes” (2 Corintios 8,9). Asimismo, tenemos la dicha y la gracia de recibir y entronizar hoy, en nuestra diócesis, especialmente en esta Catedral, la cruz de la Gran Misión Nacional, signo de nuestra redención que nos recuerda la obligación y urgencia de ser todos misioneros, de cumplir la misión evangelizadora de la Iglesia que recibimos desde el momento de nuestro bautismo. Agradezco la presencia del Padre Jafet Peytrequín Ugalde, director nacional de las Obras Misionales Pontificias. Después de este preámbulo, quiero compartir con ustedes tres pensamientos principales:

1.- La enseñanza de la palabra de Dios de este domingo:

El texto de la primera lectura del profeta Malaquías anuncia el “Día del Señor”. Se trata de un momento de actuación definitiva de Dios que se identifica con el juicio, con el discernimiento entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad. Se trata también de la destrucción del mal y del juicio de salvación; por ello, Dios recompensará al final a quienes han sido fieles. El mal será quemado como la paja y el bien brillará como la luz.

En el evangelio de San Lucas Jesús se refiere a la destrucción del templo de Jerusalén y a fenómenos naturales y cósmicos contundentes e impresionantes. Se trata del discurso y enseñanza de Jesús sobre el final: Dios quiere transformar, no destruir; desea salvar, no condenar. Por ello, dejando en segundo plano la materialidad de las imágenes, lo importante es que nos centremos en las enseñanzas de fe y de fondo que nos quiere transmitir el Señor: 1.- Todo en este mundo acabará en algún momento; todo es provisional y transitorio, menos el Reino de Dios que llegará a su perfección y plenitud. 2.- Hay que tener cuidado con los falsos profetas y con los anunciadores alarmistas de calamidades y desgracias; hay que atender a la enseñanza de la palabra de Dios y al magisterio de la Iglesia. Recordemos que, una vez liberados del mal, el plan de Dios tiene como final definitivo la perfección del amor y de la salvación. 3.- Estamos llamados a perseverar en la fe, a ser fuertes y resistir ante las dificultades y persecuciones por causa del Evangelio. El testimonio de la fe es exigente, incluso hasta dar la vida. El seguimiento del Señor desde la fe es vida y testimonio en cada momento y circunstancia de nuestra existencia.

Mientras esperamos y llega el final de todo, ¿qué hemos de hacer? ¿cuál es la actitud que nos corresponde? Sobre ello, nos respondía San Pablo en la segunda lectura de su segunda carta a los tesalonicenses. Mientras llega el final, nos corresponde trabajar, ser activos y diligentes, hacer el bien, practicar las obras de misericordia, cumplir la misión que el Señor nos ha encomendado en la Iglesia. Hay que trabajar para alcanzar ahora el sustento necesario, y trabajar también para alcanzar la vida eterna. Esta idea y recomendación del apóstol me da paso a los dos otros pensamientos que les quiero compartir en esta reflexión.

2.- La VI Jornada Mundial de los Pobres:

Esta Jornada es fruto del Año de la Misericordia que celebramos por iniciativa del Papa Francisco en 2016. La primera se llevó a cabo en 2017. Para el Santo Padre “Esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro. Al mismo tiempo, la invitación está dirigida a todos, independientemente de su condición religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad”, concluye el Papa. Se trata una Jornada de concientización hacia los pobres y la pobreza; no podemos permanecer indiferentes ni inactivos ante estas dramáticas, escandalosas y dolorosas realidades. Hoy, en todas las parroquias de la diócesis se están recogiendo ayudas para la obra diocesana de la Casa de la Misericordia y para la atención de los migrantes. La mejor forma de prepararnos para el final es practicar la caridad con todos, sobre todo con los más pobres. Actuemos en consecuencia.

3.- La Gran Misión Nacional y la cruz misionera:

El 24 de octubre de 2021, los obispos de Costa Rica convocamos a una Gran Misión Nacional inspirada en el lema “Discípulos misioneros: portadores de esperanza”. Estamos convencidos de que esta Gran Misión será una oportunidad para que cada cristiano, en cualquier lugar y situación que se encuentre, renueve su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, tome la decisión de dejarse encontrar por él (cfr. Evangelii gaudium n. 3). Recordemos que la misión de la Iglesia es evangelizar, por ello existe para evangelizar (Evangelii nuntiandi n. 14).

Por consiguiente, todos como Iglesia deberíamos estar en estado permanente de misión, es decir, evangelizando constantemente, actuando testimonialmente como discípulos-misioneros, con un auténtico impulso misionero que abraza, contagia, convence y hace presentes con gran esperanza los valores del Reino de Dios en la Iglesia y en el mundo. Evangelizar, ser y actuar como misioneros es una vocación que todos recibimos desde el bautismo y que se prolonga a través de toda nuestra vida. Todo esto es lo que queremos reavivar con esta Gran Misión Nacional, y esta cruz misionera que hoy entronizamos en Catedral nos precede y motiva a lanzarnos a esta acción misional para anunciar y testimoniar vivamente nuestra fe. Quiera Dios que esta Gran Misión Nacional traiga renovación y fruto abundante para nuestra Iglesia Particular y para las demás diócesis de Costa Rica. Necesitamos de una nueva evangelización y de un estado de misión permanente en nuestra Iglesia, en medio de tantos signos de descristianización, secularismo e incluso paganismo que nos circundan. Allí está el reto y el desafío que hemos de asumir con esperanza y verdadero espíritu de compromiso.

Hermanos, estamos profundamente convencidos de que la Eucaristía es el alimento y la fuerza para esperar el Día del Señor; fuerza y alimento para trabajar por el bien de todos, especialmente en la caridad hacia los pobres; y también fuerza y alimento para cumplir la misión de ser “Discípulos misioneros: portadores de esperanza”. En definitiva, la Eucaristía es fuerza y alimento para perseverar hasta el final en medio de pruebas y dificultades con la certeza y esperanza de llegar un día a la gloria y a la perfección de Dios. Que el Señor nos ayude, y que así sea.