Llamados a: iluminar, amar, servir, hacer el bien, ser gestores de solidaridad, justicia y paz

Natividad del Señor 2021,

Misa del día, sábado 25 de diciembre,

Catedral de Ciudad Quesada, 8:00 a.m.

Hermanos todos en el Señor:

Hoy es Navidad, Dios ha nacido para el mundo, la historia y la humanidad en el Niño que se nos ha dado en Belén y que resplandece de luz y de gloria por nuestra salvación. Navidad es Jesús que se ha encarnado en el seno purísimo de María y que ha nacido de su vientre bendito. Porque Dios ha nacido, hoy brilla la esperanza, la alegría y la salvación para el mundo entero. Dios ha entrado en nuestra historia y humanidad para salvarnos desde la realidad de nuestra propia carne. Este es el misterio y la gran fiesta que nos colman de la alegría, el gozo, la paz y el amor que vienen de Dios.

La riqueza y belleza de los textos de la Palabra de Dios, que se han proclamado en esta solemne celebración, nos ilustran e iluminan el maravilloso y entrañable misterio que conmemoramos en este día glorioso. Tengamos muy presente que Navidad es la celebración del misterio salvador de Dios, manifestado en la venida y nacimiento de su único Hijo, Jesús, nuestro Mesías y Salvador, nacido de María, en Belén. Dios viene y nace entre nosotros para salvarnos y redimirnos de nuestra antigua condición marcada por el pecado.

En la primera lectura, Isaías, el profeta y poeta, comparte la buena noticia de un mensajero que viene a anunciar la liberación y salvación a Israel, en aquel momento pueblo cautivo en Babilonia. Este anuncio y buena nueva provocan en Jerusalén alegría, júbilo, gozo y danzas festivas. Con la venida de Dios, que es Rey, la tierra verá la salvación que viene de Dios.  La liberación anunciada a Israel, se transforma y se cumple para nosotros ahora en redención y salvación definitivas con la venida y nacimiento de Jesús, el Mesías y Rey esperado desde antiguo. Por su encarnación y nacimiento, hoy podemos ver y contemplar al Señor que se ha hecho cercano y visible. Con toda la tierra, vemos hoy, con nuestros propios ojos, la salvación que brilla desde Belén. ¡Qué misterio y maravilla de salvación!

Por su parte, el autor de la carta a los hebreos, en la segunda lectura, presupone que Dios ha concebido y diseñado un plan de salvación para la humanidad. Desde siglos atrás, Dios ha hablado y se ha manifestado a través de muchas formas y personas, pero ahora, en este último tiempo, Dios “nos ha hablado por medio de su Hijo”, que se ha encarnado y ha nacido por nosotros. El Hijo del Padre, nacido en Belén, es la última y definitiva palabra de amor y salvación de Dios para nosotros. Es el acercamiento total a nuestra realidad humana. El Hijo que ha nacido es el resplandor de la gloria de Dios. ¡Qué misterio y maravilla de amor el de Dios!

“La Palabra (el Verbo Eterno de Dios) se hizo carne, y habitó entre nosotros”, es la afirmación central del evangelio de San Juan; es la síntesis del misterio de la Navidad que hoy celebramos. Jesús es la encarnación en el tiempo de la palabra creadora y eterna de Dios. Qué misterio más profundo, sublime y hasta “escandaloso”, diríamos, es el misterio de la encarnación y de la navidad. Sin fe, no podríamos asumir y aceptar que el Verbo, la Palabra de Dios, se hizo carne; se hizo tiempo y humanidad. En otras palabras, el Hijo eterno del Padre, que nos ha nacido, se hizo debilidad, caducidad y mortalidad. El inmenso, eterno, inabarcable y omnipotente, se ha convertido en un niño desvalido y pobre que llora, que tiene hambre y sed. Dios se abaja, se acerca y se hace muy pequeño para levantarnos. ¡Qué misterio de amor, salvación y total cercanía de Dios para con el hombre! ¡Hasta dónde ha llegado por nosotros el amor salvífico de Dios!

El Verbo encarnado y nacido entre nosotros es la luz verdadera que nos quiere iluminar a todos, a pesar de que algunos han preferido la oscuridad a esta luz salvadora. Nosotros, al celebrar hoy el misterio entrañable y sublime de la Navidad, acogemos desde la fe la luz santísima de Dios que en su Hijo Jesús nos ilumina, nos hace contemplar en él su gloria y nos concede gracia tras gracia ¡Misterio de luz, de gloria y de fe es el de la Navidad! Por ello, hemos repetido con el salmo 97: “Toda la tierra ha visto al Salvador”.

Hermanos, ciertamente contemplamos, agradecemos, bendecimos y celebramos el misterio maravilloso de la Navidad, pero el gran reto testimonial que tenemos como cristianos es iluminar, amar, servir, hacer el bien, ser gestores de solidaridad, justicia y paz. Por todo ello ha nacido Dios entre nosotros, para ello debe renacer Jesús en nuestros corazones, y así manifestarse en nuestro mundo lamentablemente marcado por tanta oscuridad, egoísmo, pobreza, violencia e injusticia que nos deshumanizan y contradicen el mensaje y la experiencia de la Navidad. Pero, gracias a Dios, existen personas que se dejan iluminar por la fe en Dios, que son capaces de creer que el amor es posible, que trabajan por una sociedad más justa, pacífica y solidaria. Eso es vivir y encarnar la Navidad. Por ello, esta sublime celebración nada tiene que ver con simples “felices fiestas” concebidas de modo puramente humano. Celebramos y alabamos el misterio profundo y sublime del amor salvífico de Dios que se ha hecho carne y que ha nacido entre nosotros.

Es lo que celebramos y agradecemos en la Eucaristía, en ella recibimos la fuerza, el alimento, la luz y la gracia para hacer visible y palpable el amor de Dios que se ha manifestado y que ha nacido por nuestra eterna salvación. La paz y el amor de Dios, que han nacido hoy en Belén, estén ahora y siempre con nosotros.

Amén.