Llamados a la santidad

La solemnidad de todos los Santos se dedica no sólo a los santos reconocidos por la Iglesia como tales, sino también a aquellos santos anónimos que practicaron y dieron testimonio del Evangelio en su vida cotidiana. Esta es una fiesta que nos llena de esperanza y nos anima en nuestro peregrinar para cumplir la voluntad de Dios y nuestra vocación común a la santidad que surge del bautismo.

El 19 de marzo de 2018, en la solemnidad de San José, el Papa Francisco publicó la Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual. Nos decía, en el numeral 7: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante”.

De muchas maneras podemos alcanzar la santidad en nuestras vidas si cumplimos la voluntad de Dios en las diversas circunstancias de nuestra vida, si ponemos en práctica la Palabra de Dios, si nos animamos a vivir las obras de misericordia día a día, y si sabemos amar al prójimo con actos concretos.

Notemos que el Papa, precisamente, pone ejemplos de hechos cotidianos, que parecen simples y que a veces no valoramos, pero que realmente dan sentido a la vida, cuando se practica la caridad, cuando se vive con alegría y se persevera en nuestra experiencia cotidiana dando gracias a Dios por la vida y por todo lo que nos da.

Lamentablemente, muchas veces vivimos como si nuestra vida no tuviera una trascendencia más allá de este mundo, sin pensar en la vida eterna, queriendo alejar a Dios de lo cotidiano; a veces lo buscamos solo cuando hay problemas; más aún, queremos una vida sin dolor, pretendemos que todo sea fácil y nos acostumbramos a vivir en la dimensión de lo efímero e inmediato.

“El mundo nos propone el entretenimiento, el disfrute, la distracción, la diversión, y nos dice que eso es lo que hace buena la vida. El mundano ignora, mira hacia otra parte cuando hay problemas de enfermedad o de dolor en la familia o a su alrededor. El mundo no quiere llorar: prefiere ignorar las situaciones dolorosas, cubrirlas, esconderlas. Se gastan muchas energías por escapar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento, creyendo que es posible disimular la realidad, donde nunca, nunca, puede faltar la cruz”, (Gaudete et exsultate, número 75).

Este día es una oportunidad para recordar que muchos que nos antecedieron en su encuentro con el Señor, han pasado de los sufrimientos de este mundo a los gozos y consuelos de la vida eterna; nos reafirman con su vida y testimonio que es posible alcanzar la plenitud, pasando por la cruz, para encontrarnos con la resurrección.

Me dirijo especialmente a los católicos y creyentes en general: no desperdiciemos ningún momento para hablar de Dios, de la santidad, de la vida eterna. Dejemos que nuestro testimonio manifieste que creemos en algo permanente, que tenemos fe en algo y en alguien que trasciende cualquier propuesta de este mundo. Manifestemos nuestro deseo y esperanza en la eternidad.

Dios es el único Santo, por ello, la santidad es un don que proviene de Él. Abramos nuestro corazón al Señor, seamos dóciles a su gracia, vivamos nuestra fe en todo momento y circunstancia; así estaremos realizando nuestra vocación común a la santidad, y nos estaremos conduciendo a la bienaventuranza eterna, donde participan los santos por siempre de la gloria de Dios.

Fermento 188. Martes 2 de noviembre, 2021