¡No al aborto!

“Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, dice el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Inicio este mensaje con este fundamental artículo que cobija a la persona humana y que, sin embargo, en los últimos años, corrientes ideológicas han querido desfigurar al declarar como seres humanos de segunda clase a los no nacidos, olvidando que la vida humana surge desde el momento mismo de la concepción. O, peor aún, proponiendo que la vida humana surge en otro momento posterior al de la concepción.

Como si fuera poco, las ideologías se han empezado a promover como leyes y cada vez es más frecuente en distintas naciones, entre las cuales no escapa Costa Rica, la legalidad de conceptos que atentan contra la vida, siendo las más indefensas, las personas que están dentro del vientre de una madre, los principales objetivos de esta cultura de muerte.

Recientemente, Tlaleng Mofokeng, relatora especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tras una visita a Costa Rica, pidió despenalizar el aborto y afirma, entre otras justificaciones, “el derecho a controlar” el propio cuerpo, para dar paso a quitar la vida de otra persona; lo cual, a todas luces no se entiende, pues es otro cuerpo, otra vida distinta.

Lo hemos dicho en más de una ocasión, sin el derecho sagrado a la vida, el más importante de todos los derechos y sobre el cual se fundan los demás derechos, la persona humana simplemente quedará desprotegida.

No se entiende la promoción de la salud de parte de “expertos” ni de organizaciones internacionales en las naciones si lo que se quiere imponer es una agenda de destrucción del género humano, dotando de esa lamentable posibilidad a la sociedad: la de quitar la vida a otro ser humano.

“Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás”, decía San Juan Pablo II, en su Encíclica Evangelium vitae, n. 19.

La intromisión de organismos sobre las políticas de un país tampoco es aceptable. “La vida humana es inviolable”, dice el artículo 21 de la Constitución Política. Cambiarlo, por estas recomendaciones o imposiciones, simplemente será perder nuestra soberanía.

Finalmente, tampoco es aceptable la aseveración que hace la relatora de la ONU contra la moralidad pública y las creencias religiosas de nuestro país. O, acaso, ¿también van a señalar cómo debe vivir nuestra sociedad?, ¿se quiere imponer una única cultura olvidando las raíces de cada país?

Como ataque contra la vida, o como argumento contra quienes nos oponemos al aborto, se nos señala de conservadores, de religiosos y como moralistas. Eso es lo de menos, pues seguiremos defendiendo la vida y diciendo no al aborto. Pero, cuestionar la forma en que un país ha fundado sus valores, deja mucho que desear en alguien que vela supuestamente por derechos humanos, entre los cuales está, desde luego, la libertad religiosa (artículo 16 de la Declaración de los Derechos Humanos).

Dios ilumine a nuestras autoridades y a todos quienes vivimos en esta nación, para conducirnos sobre el respeto a la vida, manteniéndolo como el principal valor y derecho a defender, especialmente cuando se trata de los más desprotegidos.

Fermento 282. Martes 22 de agosto, 2023