“No hay que buscar circunstancias extraordinarias para vivir el amor y la santidad”

V Domingo de Pascua Ciclo C.

Parroquia San Isidro Labrador, Peñas Blancas.

15 de mayo de 2022.

Hermanos todos en Cristo Resucitado:

Damos gracias al Señor por estar reunidos en este templo parroquial por tres razones: la fiesta patronal en honor de San Isidro Labrador, la apertura del año jubilar dedicado a este santo y el rito de admisión a las órdenes sagradas de uno de nuestros seminaristas diocesanos. Todo esto lo vivimos y celebramos en medio del gozo y la alegría que nos embargan por este tiempo pascual que estamos viviendo.

Nos encontramos prácticamente a la mitad de nuestro camino pascual. Jesús está preparando a sus discípulos ante su cercana partida. En lo que se refiere al mensaje central de este V domingo, tendríamos que decir que se trata del amor como fruto principal de la Pascua; el amor como centro y esencia de la propuesta de vida que nos hace Jesús Resucitado. Quien ha resucitado con él a una vida nueva, necesariamente tendrá que vivir en el amor y dar frutos abundantes de caridad. El amor es la esencia y la identidad cristiana.

Notemos que los textos de la palabra de Dios nos hablan reiteradamente de novedad: mandamiento nuevo, cielos nuevos y tierra nueva, ciudad nueva, comunidades nuevas. El amor, como esencia de la vida cristiana, todo lo transforma y renueva. Estamos llamados a entrar efectivamente en la dinámica de esta novedad de vida para ser auténticos discípulos de Cristo y para dar el fruto que el Señor espera de nuestra fe y testimonio.

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos ha puesto de manifiesto lo que llamaríamos el amor pastoral de Pablo y Bernabé. Desde la novedad del amor, ellos organizaban, animaban y acompañaban a las comunidades cristianas. Las exhortaban a perseverar en la fe, pues hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios. Toda esta misión pastoral y apostólica, Pablo y Bernabé la hacían con entrega amorosa, ánimo renovado y total convicción por estar verdaderamente enamorados de Jesucristo. El amor nos lanza a un impulso siempre nuevo.

En el evangelio de San Juan, Jesús deja a sus discípulos su testamento en el discurso de despedida. “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros como yo los he amado … por este amor reconocerán que ustedes son mis discípulos”. Detengámonos en un par de detalles: 1.- “Como yo los he amado”: es decir, con entrega total, Jesús se refiere a su entrega hasta la muerte, por ello dirá también que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los que se ama”. El amor nos hace salir y olvidarnos de nosotros mismos. El amor se abre y se expande siempre, nunca se cierra ni se repliega; se trata de darse uno mismo. 2.- “Reconocerán que son mis discípulos”: vivir, practicar y testimoniar el amor identifica, distingue y diferencia al cristiano con relación a los demás, pues el verdadero discípulo de Jesús debe vivir según Dios y no según el mundo. Al ver a los primeros cristianos, los paganos destacaban y notaban la diferencia de cómo vivían y se amaban. Allí está el reto hoy para nosotros: diferentes por nuestra identidad cristiana, pero siendo fermento en medio de la masa.

Con la segunda lectura del libro del Apocalipsis, diríamos que, después de haber vivido una vida nueva en el amor, estamos llamados a alcanzar la plenitud y la perfección final. El vidente contempla los cielos nuevos y la tierra nueva, la Jerusalén celestial que es el santuario de Dios, en la cual no habrá ya más llanto ni dolor. La visión se refiere al cielo, nuestra meta final después de vivir y practicar el amor en este mundo. El cielo es la perfección y la plenitud del amor de Dios.

En este contexto pascual, celebramos y evocamos, especialmente hoy, 15 de mayo, a San Isidro Labrador, patrono de esta comunidad. Este santo madrileño, agricultor, empleado de su patrón Juan Vargas, esposo de María de la Cabeza y padre de Illán, santo laico, que supo alcanzar la santidad en medio de lo que hacía, cumpliendo la voluntad de Dios, es sin duda un ejemplo vivo y acabado del cristiano que asume la vida nueva del Resucitado y que da fruto abundante en el amor. A través de la oración personal, familiar, y sobre todo de la Eucaristía, cultivando la tierra y haciendo todo con amor y desde el amor, Isidro logró santificarse y responder al proyecto de Dios en su vida. No hay que buscar momentos y circunstancias extraordinarias para vivir el amor y la santidad; es posible vivir y alcanzarlas desde lo ordinario de todos los días. Así lo entendió y vivió San Isidro.

Al cumplirse en este año 2022 el 850 aniversario de su muerte (1172) y los 400 años de su canonización (1622), la Conferencia Episcopal de Costa Rica solicitó un año jubilar de San Isidro a la Penitenciaría Apostólica. Con alegría y gratitud a Dios, abrimos hoy formalmente este año jubilar para nuestra diócesis, en este templo parroquial dedicado al santo, templo que ha sido autorizado para peregrinar y obtener la gracia de la indulgencia plenaria hasta el 15 de mayo de 2023. Hemos ya abierto solemnemente la Puerta Santa y, como lo escucharemos más adelante, grupos de campesinos, agricultores y productores serán invitados a obtener las gracias de este año jubilar, peregrinando hasta esta parroquia. Al mismo tiempo, con este año jubilar queremos reconocer y agradecer el sacrificado y generoso trabajo de nuestros agricultores, a quienes tanto debemos y a quienes no se les apoya suficientemente. Asimismo, las parroquias de toda la diócesis están invitadas a peregrinar, lo mismo que las comunidades filiales de San Isidro de Peñas Blancas. Que este año jubilar traiga muchos frutos y bendiciones para Costa Rica, nuestra diócesis, esta comunidad parroquial, en especial para nuestros campesinos, agricultores y productores de la tierra.

Finalmente, después de esta homilía, nuestro seminarista Isaías Hidalgo Solano, de la parroquia Santo Domingo de Guzmán de Monterrey, recibirá el rito de la admisión a las órdenes sagradas, para que, si Dios así lo quiere, cuando concluya su formación inicial y se atestigüe su idoneidad, pueda recibir la ordenación diaconal y presbiteral. Isaías, el camino es claro para vivir y responder a la vocación: vida siempre nueva en el amor y fruto abundante en el amor, pues lo propio del sacerdote es la caridad o amor pastoral que lo lleva a dar la vida libre y generosamente. Que puedas inflamarte más y más en el amor de Dios; que puedas dar fruto abundante como San Isidro en el cumplimiento fiel de la voluntad de Dios.

Hermanos, sin Eucaristía no hay vida nueva ni fruto en el amor. Sin Eucaristía no podemos vivir ni cumplir el mandamiento de amarnos los unos a los otros. La Eucaristía -fuente y cumbre de toda la vida de la Iglesia- es el sacramento y la escuela del amor. En ella somos amados y alimentados por Cristo Resucitado. En ella aprendemos a amar con el amor de Dios. En ella se nos da Jesús, con su cuerpo y su sangre, para colmarnos de la novedad del amor.