Nuestro estilo de vida y testimonio no puede ser otro que la santidad

Dedicación del templo y del altar de la parroquia San Martín de Porres, Ciudad Quesada.

Viernes 6 de mayo de 2022, 6:00 p.m.

Queridos hermanos en el Señor Resucitado:

Damos gracias y bendecimos a Dios por estar congregados, como Iglesia viva, en este sagrado lugar que, dentro de pocos momentos, va a ser consagrado, es decir, dedicado todo él y también su altar. Para esta querida Parroquia de San Martín de Porres, esta solemne celebración y rito sagrado, es sin duda, un momento histórico y de indiscutible trascendencia comunitaria y eclesial, precisamente en el día del 60 aniversario de la canonización del Santo mulato por parte de San Juan XXIII el 6 de mayo de 1962. Agradezco al P. José Pablo Chaves y al P. Víctor Julio Cubero la amable invitación que me han hecho para compartir con ustedes esta celebración santa.

¿Por qué la dedicación o consagración de una iglesia como esta y de su altar? Porque, según la doctrina y la disciplina de la Iglesia, los lugares sagrados, en los cuales se celebra el culto divino, deben dedicarse y utilizarse exclusivamente para las acciones santas. Además, existen profundas y hermosas razones doctrinales que así lo justifican. Tan solo me limito a mencionar tres:

1. Por su muerte y resurrección, Cristo se ha convertido en el verdadero, nuevo, perfecto y definitivo templo de Dios, y ha santificado a su Iglesia que es templo vivo suyo, y que actúa en medio del mundo a través de la historia.

2. La edificación de un templo como este es signo o manifestación del templo vivo de la comunidad eclesial, conformada por piedras vivas que somos nosotros los bautizados.

3. Asimismo, este edificio visible, que ahora vemos y en cual nos congregamos como comunidad, es signo de la Iglesia que peregrina ahora en la tierra y es imagen, a la vez y desde ya, de la Iglesia-Jerusalén celestial.

Por tanto, nos queda claro que este lugar es esencialmente sagrado; por ello se dedica y se consagra solemnemente para alabanza de Dios, a través del culto divino, y para santificación de la comunidad eclesial que son ustedes los templos vivos del Señor.

Y justamente la Palabra de Dios, que se ha proclamado en este sagrado rito y que ha de resonar siempre en este lugar, nos instruye también sobre el significado y trascendencia de esta celebración.

La primera lectura, del libro de Nehemías nos ha hablado de la importancia de la palabra de Dios en el culto y para la asamblea de los fieles. El escriba Esdras proclama al pueblo la Ley o palabra de Dios; los levitas o sacerdotes la explican; el gobernador Nehemías, junto con Esdras, exhortan al pueblo a no llorar, sino a alegrarse por escuchar la palabra de Dios. Impresionan y nos aleccionan las reacciones del pueblo ante el Dios que les habla a través de su palabra: están atentos de pie, responden amén, adoran y se postran por tierra, lloran de alegría al escuchar la palabra que es espíritu y vida, como decía el salmo responsorial. Hermanos, similar experiencia tenemos cada vez que nos reunimos en nuestros templos, como lugares sagrados y dedicados para celebrar el culto, particularmente en la Eucaristía.

La segunda lectura, del libro del Apocalipsis, nos ha narrado la visión de Juan sobre el cielo nuevo y la tierra nueva, de la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo; morada de Dios entre los hombres. Hoy en día, nos reunimos en nuestros templos para celebrar nuestra fe, a través del culto divino, en la liturgia sagrada, pero todavía terrenal, con la esperanza de participar algún día de la liturgia celestial, precisamente de la Jerusalén del cielo, donde mora Dios eternamente y esperamos morar también nosotros.

Finalmente, el evangelio de San Juan nos ha contado de la expulsión, por parte de Jesús, de los mercaderes en el templo de Jerusalén. Y el Señor lo hace por dos razones: 1.- Porque era el lugar sagrado donde habitaba Dios, y porque había sido profanado. 2.- Para enseñarnos que Él, Jesús, es el nuevo templo en el cual nos podemos encontrar vitalmente con Dios. El templo destruido y reconstruido en tres días es Él mismo. Destruido por su muerte en la cruz y reconstruido gloriosamente por su resurrección al tercer día. Por nuestro bautismo, participamos de la pascua del Señor, nos unimos y nos injertamos al misterio de su muerte y resurrección. Por ello, Cristo es nuevo templo en el que nos encontramos con Dios y vivimos en Dios.

Hermanos y hermanas, estas verdades tan profundas que hemos mencionado desde la palabra de Dios y desde la fe de la Iglesia, este solemne rito de dedicación y consagración que haremos enseguida, ¿a qué nos llama? ¿qué les pide a ustedes como comunidad parroquial de San Martín? Esta celebración que hoy nos congrega siento que nos llama a lo siguiente:

1. A valorar, honrar y cuidar esta iglesia, este templo como un lugar santo, en el cual se celebran cosas santas y por ello santamente se ha de tratar y conservar siempre.

2. A actuar nosotros, ustedes la comunidad parroquial, como piedras vivas, es decir, como una Iglesia dinámica, animada, alegre, servidora, proyectada, misionera, en salida, como nos pide el Papa Francisco. Una Iglesia y una parroquia que evangeliza, que asume su compromiso de ser testimonio, luz del mundo y sal de la tierra. El reto de una Iglesia viva; no triste, desanimada o estancada. Somos una Iglesia templo vivo del Espíritu, que es aliento e impulso de vida.

3. A recordar nuestra vocación común a la santidad. Como Iglesia, somos el templo de Dios, comunidad santa, nación consagrada, sacerdocio real. Por ello, nuestro estilo de vida y testimonio no puede ser otro que la santidad. Ustedes tienen en San Martín de Porres todo un modelo de santidad caracterizado por la sencillez, la humildad, el servicio y la caridad constante desde los pequeños detalles y acontecimientos de la vida.

Hermanos, de manera especialísima y particular, la celebración de la Eucaristía, en este sagrado lugar y sobre este altar que representa a Cristo, es el sacramento fuente y cumbre de la vida de la Iglesia, sacramento que congrega en la unidad y la comunión a ustedes pueblo santo. La Eucaristía santifica, alimenta y fortalece a la comunidad eclesial en su camino y en el cumplimiento de su misión. Por ello, que la Eucaristía, celebrada siempre en este santo lugar, sea impulso, fuerza y aliento para ustedes como comunidad parroquial, de manera que actúen como piedras vivas, templos santos, Iglesia evangelizadora y servidora que vive en la fe y en el amor de Dios.

Así sea, amén.

¡San Martín de Porres! Ruega por nosotros.