
Vivimos una crisis a nivel nacional con la migración de hermanos nicaragüenses: desconocerlo es voltear los ojos a la realidad. Por tal motivo, hago un llamado a las autoridades del gobierno, pues es obligación primaria del Estado enfrentar esta situación de manera pronta y efectiva. Ya en el pasado, nuestro país vivió crisis migratorias y, por tanto, esas experiencias anteriores deben darnos la oportunidad de repetir las buenas acciones que se aplicaron y corregir aquellas que no fueron tan efectivas.
Asimismo, siendo la crisis migratoria una realidad que padecen muchas naciones del mundo, podremos aprovechar la ocasión para estrechar lazos y ayudarnos, con el fin de afrontar y resolver esta problemática.
Como lo dije en mi homilía del pasado 2 de agosto con motivo de la Solemnidad de Nuestra Señora de los Ángeles, se requiere trabajar “en la implementación de una estrategia migratoria que responda especialmente a las consecuencias que ya tenemos de la grave y lamentable crisis nicaragüense”. Esto es urgente.
De parte de la Iglesia podrán encontrar acogida, promoción integral, y asistencia en las necesidades más urgentes gracias a la generosidad de tantos y tantos fieles que se preocupan por Jesús en el migrante. De parte de la Iglesia podrán encontrar el respeto y la búsqueda de situaciones más humanas para personas que huyen, no queriendo hacerlo, pero que lo han hecho obligadas por la opresión y víctimas de condiciones poco humanas.
Como Pastor, quiero hacer un llamado a los hermanos que vienen del país de Nicaragua, pues no desconocemos el aporte en mano de obra productiva y en la cultura que tantos años han compartido en Costa Rica.
Lamentablemente y esto no es por cuestiones de nacionalidad, sino por falta de amor que se da en las personas, algunos han provocado tragedias y sufrimientos a hermanos costarricenses. Repito, no por ello, se debe animar un sentimiento de xenofobia, y tampoco debemos promover que paguen justos por pecadores, como vemos en las reacciones que se dan a partir de noticias en medios de comunicación, o por la propagación de mensajes cargados de odio, especialmente en redes sociales.
Se requiere equilibrio, es necesaria una dimensión justa de la noticia. Es mayor el aporte y contribución de manera positiva de hermanos nicaragüenses que aquellas malas acciones que han ocupado primera plana en los últimos días. Lógicamente condenamos esos hechos delictivos.
Por eso, mi llamado a estos hermanos nicaragüenses pues, al huir de la opresión en su país, no tienen otro camino que venir de manera transitoria o a instalarse a Costa Rica. Apelo a su buen corazón y a su sentido de responsabilidad para que nos ayuden a cuidar esta tierra, para que contribuyan también denunciando aquellos actos de personas que vienen con malas intenciones. Que nos sepamos cuidar, unos de otros, si queremos salir adelante.
Traigo a este momento las palabras de San Juan Pablo II con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado en el año 2005, cuando apeló a la integración intercultural. Palabras que nos deben animar tanto a costarricenses como a nicaragüenses a contribuir el uno con el otro, pues la persona que viene necesitando ayuda, también puede aportar mucho positivamente.
“El contacto con el otro lleva, más bien, a descubrir su «secreto», a abrirse a él para aceptar sus aspectos válidos y contribuir así a un conocimiento mayor de cada uno. Es un proceso largo, encaminado a formar sociedades y culturas, haciendo que sean cada vez más reflejo de los múltiples dones de Dios a los hombres. En ese proceso, el emigrante se esfuerza por dar los pasos necesarios para la integración social, como el aprendizaje de la lengua nacional y la adecuación a las leyes y a las exigencias del trabajo, a fin de evitar la creación de una diferenciación exasperada”. En esa línea decía el Santo: “es preciso buscar un justo equilibrio entre el respeto de la propia identidad y el reconocimiento de la ajena. En efecto, es necesario reconocer la legítima pluralidad de las culturas presentes en un país, en compatibilidad con la tutela del orden, del que dependen la paz social y la libertad de los ciudadanos”.
Aún en esta época de crisis, todos debemos contribuir a un proceso de integración y sobre todo de paz, de respeto al orden, de respeto al otro y, para ello, también cabe que entre todos nos cuidemos y denunciemos a aquellas personas que no se apegan a estos fines.
Monseñor José Manuel Garita Herrera
Fermento: Por una sociedad que busca integración y paz
Martes 21 de agosto, 2018
Nº18