
Solemnidad del Patriarca San José,
Esposo de la Virgen María, Patrono de la Iglesia Universal
Parroquia San José de Aguas Zarcas, sábado 19 de marzo 2022.
Hermanos todos en el Señor:
Con gran alegría y espíritu de gratitud, celebramos, en comunión con la Iglesia universal, la solemnidad del Patriarca San José, Esposo de la Santísima Virgen María, Padre Nutricio y Custodio del Señor Jesús y, entre otras causas y motivos, Patrono de la Iglesia universal, de la República de Costa Rica, Patrono de esta comunidad parroquial de Aguas Zarcas, Patrono de las vocaciones y de los Seminarios, de las familias, de la buena muerte, etc. Cuánto podemos y debemos aprender de San José, hombre justo y bueno; santo sencillo y humilde, fiel y prudente, dócil y servidor, silencioso y obediente, santo bien dispuesto a ser y a actuar como instrumento eficaz de Dios. Por ello, desde la Palabra de Dios, que hemos escuchado, veamos algunas actitudes concretas que definen la misión y vocación de San José.
1.- José, el hombre de esperanza que confió en las promesas de Dios:
La primera lectura del segundo Libro de Samuel, nos coloca en la línea de las promesas mesiánicas. En efecto, Dios promete construirle una casa o dinastía a David. Le anuncia: “Tu trono permanecerá por siempre”. En alusión al Mesías que habría de venir y a la luz de Jesucristo, se estará produciendo el cumplimiento de la promesa hecha a David: “Tu casa y tu reino permanecerán por siempre y tu trono será estable eternamente”. En la solemnidad de San José recordamos esta promesa cumplida por Dios. José, quien pondrá el nombre de Jesús al Hijo de María, su esposa, será un descendiente de David. Como instrumento de Dios, José es hombre de esperanza, porque confía en las promesas de Dios que actúa por medio de personas y acontecimientos en la historia. José, modelo de esperanza y confianza en las promesas del Dios que es fiel.
2.- José, el hombre de total fe y confianza en Dios:
En el texto de la segunda lectura de la carta a los Romanos, apóstol Pablo reconoce y destaca la fe de Abraham, quien creyó contra toda esperanza y estuvo dispuesto hasta del extremo de sacrificar a su propio y único hijo. En paralelo, podríamos considerar a San José como un nuevo Abraham, en el sentido de que, el Santo Patriarca, es modelo de fe firme y absoluta confianza en Dios. Es fiel colaborador de la acción de la gracia de Dios para que se cumpla la promesa del nacimiento del hijo que sería el Mesías, Salvador y Redentor. José, modelo de fe y total disponibilidad al designio de Dios.
3.- José, el hombre obediente a la voluntad de Dios:
La narración del evangelio de San Mateo que hemos escuchado, destaca con claridad la misión y vocación de José. En medio de la duda y la oscuridad, que suscita la acción misteriosa de Dios en María, su prometida, José actúa como el hombre prudente y obediente, dejándose llevar por la acción del Espíritu de Dios para captar y adentrarse en el misterio de lo que está ocurriendo en María. Esta actitud sólo puede ser consecuencia de ser dócil y obediente a Dios, de tener una profunda vida interior que permite mirar y vivir todo con sentido sobrenatural, pues es la visión y la experiencia de la fe que capta, con mirada totalmente renovada, la intervención salvífica e histórica de Dios. José deja que actúe el Espíritu de Dios, él pasa a segundo plano, lo que importa es que Dios sea el centro y el protagonista de este misterio. José no busca nada para sí, prácticamente se esconde y pasa desapercibido, porque sabe que Dios lo es todo, allí está el silencio de José que deja actuar y pasar a Dios. En silencio y después de haber despertado del sueño, José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor. Como instrumento dócil y obediente, José pondrá el nombre a Jesús, cuidará del Niño y de María; será fiel y solícito cumplidor de la misión que Dios le encomendó. José, modelo de docilidad y obediencia a Dios.
Cuánta iluminación, aleccionamiento y desafío nos deja San José con su testimonio siempre actual.
Seamos personas justas y de buen corazón: entendamos justo en su sentido de santo y fiel. El cristiano ha de ser bueno en sentimientos y pensamientos, bueno en sus palabras y acciones. Bueno porque ha de tener un corazón puro y noble. Pureza de mente y de espíritu.
Seamos personas de profunda vida interior: la vida interior, expresión y fruto de la oración, nos da equilibrio, armonía, solidez y madurez profunda. Busquemos, en el silencio, el terreno bien dispuesto para la escucha y el encuentro con Dios.
Seamos personas prudentes: capaces de mirar, juzgar y actuar sin impulsos, sobresaltos ni precipitaciones. Prudencia que ha de llevarnos a mirar todo con el sentido de la fe, con cuidado y delicadeza, con gran tacto y sentido espiritual.
Seamos personas humildes y sencillas: sobre todo en la virtud de dejarse llevar por Dios, en dejar actuar a Dios en nosotros. Humildad y sencillez que nos deben llevar a superar todo afán egoísta, protagónico y llamativo. Humildad y sencillez que nos llevan a ver claro que la obra es de Dios y que nosotros somos solamente instrumentos en manos del Señor.
Seamos personas dóciles y obedientes: que reconocemos la primacía de Dios ante todo y sobre todo, que doblegamos la voluntad y el interés propio para someternos, libre y amorosamente, al designio de Dios, por más oscuro, difícil y exigente que sea. El silencio interior nos dispone para dejarnos llevar por Dios en docilidad y obediencia.
Que San José interceda por toda la Iglesia para cada día sea más santa y fiel, según lo espera su Señor. Que nos ayude a nosotros a encendernos en el amor de Dios; que nos enseñe a ser justos y fieles en todo lo que hagamos. Vamos a pedir que la fuerza y el alimento de esta Eucaristía nos dispongan y ayuden a ponernos bajo el poderoso y eficaz patrocinio de San José, de este hombre justo, bueno y fiel que tuvo el don inmenso de estar más cerca de Jesús y de María antes que nadie. “Este es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia”, nos dice la antífona de entrada de la Misa, y pensamos en la familia de la Iglesia, las familias de esta Parroquia de Aguas Zarcas, las familias de cada uno de nosotros y del mundo entero. A él nos encomendamos confiadamente con las palabras orantes de San Juan XXIII: “Sé siempre, San José, nuestro protector. Que tu espíritu interior de paz, de silencio, de trabajo y de oración, al servicio de la Santa Iglesia, nos vivifique y alegre, en unión con tu Esposa, la Santísima Virgen, en el solidísimo y suave amor a Jesús, nuestro Señor”.
Amén. Así sea.