Que sea el Señor nuestro tesoro y nuestra perla fina

Fiesta patronal Parroquia Santa Rosa de Lima, Pocosol,

Martes 23 de agosto de 2022.

Un año más nos concede el Señor la gracia de celebrar la fiesta patronal de esta querida comunidad, para renovar nuestra fe y confianza en el Señor, nuestro compromiso apostólico con la Iglesia y nuestro firme propósito de imitar las virtudes de Santa Rosa de Lima, patrona de esta comunidad parroquial y a quien hoy celebramos y veneramos solemnemente. Quiera el Señor que esta festividad patronal parroquial traiga abundantes frutos espirituales y pastorales para esta comunidad.

La oración de la Misa que hemos rezado en esta fiesta, decía que Santa Rosa de Lima “encendida en el amor de Dios dejó el mundo y se dedicó enteramente a Dios en la austeridad y la penitencia”. Este valor y determinación de la Santa es justamente lo que destacan los textos de la palabra de Dios que nos han iluminado y animado en esta solemne celebración.

Siguiendo a San Pablo, en la primera lectura de su segunda carta a los corintios, hemos de decir que Santa Rosa se enorgulleció y glorió siempre en el Señor, no en ella misma. Y lo hizo a tal punto que se desposó con Cristo, con un solo marido, como virgen pura que fue. Es decir, se consagró totalmente al Señor entregándose a él en una relación nupcial que la hizo vivir en fidelidad perpetua a Dios. La relación que nos une con Dios es el amor, pues él es amor, experiencia de amor capaz de llenarnos totalmente como lo hizo con Santa Rosa. Vivamos siempre unidos al Señor en relación continua de amor; dejémonos llenar de su amor para amar y vivir amando siempre.

La intuición de los santos los lleva siempre a buscar al Señor, a hacer de él su absoluto más genuino y propio. Santa Rosa, que se glorió solamente en el Señor y que se desposó perpetuamente con él, por ello encontró en Jesús el tesoro escondido en el campo de su vida. Al encontrarlo dejó todo, vendió todo con tal de conservar y quedarse solamente con el tesoro del Señor. Además de su intuición, los santos siempre vivieron en radicalidad: encontraron al Señor, se saciaron de él, se quedaron con él y dejaron todo lo demás. Asumieron el seguimiento y la relación con Jesús con total seriedad, responsabilidad y entrega. Para Santa Rosa, también el Señor, su amor y su gracia fueron la perla fina que nunca cambió por nada ni por nada. Hoy se nos llama a nosotros a tener esa claridad y radicalidad, a hacer del Señor nuestro tesoro y nuestro absoluto. Cuando así lo hicieron los santos como Santa Rosa, todo lo demás quedó en un segundo o último plano. Después de encontrar al Señor y dejarse llenar por él, jamás se le cambia por nada ni por nadie. Que sea el Señor nuestro tesoro y nuestra perla fina, es decir, el valor absoluto de nuestra vida en la fe y en el amor.

Esto que nos ha enseñado la palabra de Dios y que vemos cumplido en la vida y testimonio de Santa Rosa de Lima, se fue manifestando en ella de diversas maneras y con hechos concretos que ya en vida eran frutos visibles de santidad. Por ejemplo, el Papa Inocencio IX dijo de Santa Rosa un elogio admirable: “Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones”.

Veamos un poco de estas manifestaciones de santidad en la vida de Santa Rosa. Nació en Lima, Perú, en 1586 y fue la primera mujer americana declarada santa por la Iglesia. En su bautismo le pusieron el nombre de Isabel, pero luego su madre, al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. El entonces arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, al darle la confirmación, le puso definitivamente ese nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.

Desde pequeña, Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: “Rosa conságrame a mí todo tu amor”. Pero un joven de alta clase social se enamoró de Rosa y quería casarse con ella. Sus padres estaban muy entusiasmados porque esto daría a la joven un porvenir brillante. Sin embargo, ella, aunque tuvo serios disgustos en la familia, les declaró que se había propuesto que su amor sería totalmente para Dios y que renunciaba por completo a todo matrimonio, por brillante que fuera.

Conoció que la más famosa terciaria dominica era Santa Catalina de Siena y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo. Se fabricó una pequeña habitación en el solar de la casa donde vivía y allí se dedicó a practicar por largas horas del día y de la noche sus meditaciones, sus penitencias y sus muchas oraciones. Allí pasará el resto de su vida y solamente saldrá para ir a Misa o a socorrer a algún enfermo. Como objetivo principal de sus penitencias, lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Una segunda penitencia de Rosa de Lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo.

Distintas enfermedades la atacaron por mucho tiempo. Los últimos años vivía continuamente en un ambiente de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera santa. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador. Tenía tan solo 31 años. Muy pronto después de su muerte, los milagros empezaron a sucederse en favor de los que invocaban la intercesión de Santa Rosa.

Fue canonizada por el Papa Clemente X en 1671, poco más de 50 años de su muerte, a causa de su fama de santidad. Fue la primera santa declarada como tal nacida en América. Por ello, el mismo Papa la designó patrona de América Latina. Al contemplar en la vida de una hermana nuestra latinoamericana que la santidad es posible, pidamos al Señor, en esta Eucaristía, y como fruto de esta fiesta patronal, que nos ayude a asumir nuestra vocación común a la santidad; que nos gloriemos solamente en él, y que encontremos solamente en él nuestro tesoro y nuestra perla preciosa como lo supo hacer Santa Rosa en su propia vida.

¡Santa Rosa de Lima! Ruega por nosotros.