
XVII Domingo del Tiempo Ordinario, 25 julio 2021.
XXVI aniversario de la Diócesis de Ciudad Quesada,
I Jornada Mundial de los Abuelos y Personas Mayores,
80 aniversario de la Educación Religiosa en Costa Rica.
Hermanos todos en el Señor:
Este domingo, Día del Señor, se reviste de una serie de significados muy importantes para nuestra vida de fe y experiencia de Iglesia. En primer lugar, celebramos 26 años de la creación de nuestra Diócesis de Ciudad Quesada por parte de San Juan Pablo II el 25 de julio de 1995. Damos gracias por el don de nuestra Iglesia Particular y pedimos al Señor que nos ayude a ser fieles y generosos en la misión que nos ha encomendado en ella. En segundo lugar, celebramos también la I Jornada Mundial de los Abuelos y Personas Mayores establecida por el Papa Francisco a partir de este año. Y, en tercer lugar, hacemos memoria del 80 aniversario del establecimiento de la Educación Religiosa en Costa Rica que tanto bien ha hecho y hace al desarrollo integral, vida espiritual y experiencia de fe de tantas personas en nuestro país, a través de la enseñanza, transmisión y vivencia de los principios y valores religiosos.
Sin embargo, quiero centrarme especialmente en esta I Jornada Mundial de los Abuelos y Personas Mayores. Por ellos ofrecemos de manera especial esta Eucaristía de hoy, a ellos los queremos honrar con nuestro reconocimiento y gratitud por todo lo que son, significan y valen; por su sabiduría y experiencia de vida.
Este domingo, cuando el evangelio de San Juan nos presenta a un Jesús cercano, sensible, solidario y generoso, la Palabra del Señor nos brinda algunas luces que nos iluminan y nos enriquecen con su enseñanza a la luz de esta Jornada de los Abuelos y Personas Mayores:
1. Jesús da de comer a mucha gente: el compasivo y misericordioso muestra su generosidad y amor al alimentar a aquella muchedumbre. Queridos abuelos y mayores, ustedes, a través de mucho esfuerzo, trabajo y sacrificio, han sido muy generosos como Jesús no solo para dar el pan material a sus familias, a sus seres queridos y personas necesitadas, sino que también han dado abundantemente el pan espiritual de los valores y del propio testimonio que edifica en la fe y en el amor. Este es el mayor legado y herencia que nos han dejado ustedes. Gracias por su entrega, generosidad, grandeza de corazón, sacrificio y honradez. De verdad que nos han alimentado con su testimonio grande, generoso y valiente.
2. Jesús multiplica el pan gracias al aporte nuestro: dice el evangelio que, para dar de comer a aquella muchedumbre, Jesús multiplicó el alimento a partir de cinco panes y dos peces que tenía allí un muchacho. En realidad, aquello no era nada para tantos. Sin embargo, el Señor hace maravillas, como queda claro en el evangelio; sin embargo, quiere el aporte de nosotros, espera que nosotros colaboremos y pongamos de nuestra parte. Queridos abuelos y mayores, ustedes han sabido presentar y ofrecer al Señor muchas cosas a lo largo de sus vidas. Pensemos en la transmisión de la fe que ustedes han hecho, en el trabajo generoso para sustento de sus familias, en la ayuda caritativa a personas necesitadas, en el tiempo dedicado con afecto a sus nietos, en la oración que han hecho por tantas intenciones. Ustedes han presentado al Señor y han dado a los demás la riqueza de sus años, de sus canas y arrugas, de sus alegrías y sufrimientos, todo ello sinónimo de sabiduría, experiencia y venerabilidad.
3. Jesús ora y da gracias a Dios en la multiplicación del pan: también dice el evangelio que, antes de dar de comer a la gente, Jesús dio gracias a Dios, pues todo en nuestra vida es fruto de su providencia y bondad. Queridos abuelos y mayores, ustedes nos han dado ejemplo grande de una vida de oración sostenida por la fe y la confianza en Dios. Ustedes nos han enseñado, con su sentido de fe y testimonio, a dar gracias a Dios por todo en nuestra vida, reconociendo que todo cuanto somos y tenemos es gracias a la bondad y generosidad del Señor.
Después de estos tres puntos, que hemos comentado desde el evangelio, quisiera destacar algunas actitudes muy importantes y valiosas que señala San Pablo en la segunda lectura de su carta a los Efesios. El apóstol nos ha llamado a vivir según la vocación recibida; por ello, la humildad, la amabilidad, la comprensión, la aceptación mutua en el amor, la unidad y la paz han de caracterizarnos como discípulos de Jesús. Queridos abuelos y mayores, gracias porque ustedes nos han enseñado a vivir la vocación cristiana, nos han dado testimonio vivo y generoso de esas actitudes evangélicas a las cuales nos llamaba el apóstol. Nos han demostrado que desde el amor y la paz se sostiene la sociedad, la familia y la Iglesia.
Quiero compartir también algunos acentos del mensaje que les ha dirigido el Papa Francisco para esta I Jornada de los Abuelos y Personas Mayores. Ante todo, el Santo Padre les recuerda la palabra de Jesús: “Yo estoy contigo todos los días”. En efecto, el Señor está con ustedes en medio de la soledad, de la enfermedad, del sufrimiento y del peso de los años. Él ha estado especialmente con ustedes en medio de esta crisis de la pandemia, en la cual muchos abuelos y mayores lamentablemente han fallecido o han perdido seres queridos por causa del virus. El Señor también está con ustedes todos los días a través de muchas otras formas, incluso a través de muchos ángeles buenos que los cuidan, acompañan y tratan con mucho amor.
El Papa también les dice que el Señor está cerca de ustedes para que puedan transmitir la fe a los jóvenes, para que puedan compartir sus valores y tradiciones con los más pequeños y los que van para adelante. El Señor está también con ustedes para que puedan hacer soñar a las futuras generaciones y les compartan la memoria de todo lo bueno, importante y valioso que han hecho en sus vidas. Y, por supuesto, el Señor está cerca de ustedes para que puedan orar por los demás, porque, como decía el Papa Benedicto XVI “la oración de los ancianos puede proteger al mundo”. También, el Papa Francisco les hace ver que “Tu oración es un recurso muy valioso: es un pulmón del que la Iglesia y el mundo no pueden privarse”. Gracias por la oración silenciosa, constante y generosa de todos ustedes por nosotros y por el mundo.
Finalmente, quisiera referirme a una lección que considero no podemos ni debemos olvidar los que no somos ancianos, especialmente las generaciones más jóvenes. El testimonio y legado de los abuelos y mayores no se pueden ignorar y olvidar. Sería una grave falta y una lamentable injusticia olvidarlos o descartarlos, como dice Papa Francisco. Deberíamos hacer todo lo contrario, es decir, hay que tomarlos en cuenta, valorarlos y agradecerles su sabiduría y experiencia; hay que aprender de su testimonio, sacrificio y generosidad; hay que darles la mejor calidad de vida, nuestro tiempo y afecto en esta etapa última de sus vidas. Se trata de una verdadera obra de misericordia la que tenemos que hacer.
Hermanos, demos gracias a Dios en esta Eucaristía por nuestros abuelos y mayores, por sus vidas y por lo que ellos significan, por su testimonio y legado. Pidamos al Señor para que se haga sentir muy cercano a ellos todos los días; que puedan experimentar paz y serenidad en estos momentos. Y pidamos también por nosotros, para que demos lo mejor de nosotros mismos a nuestros abuelos y mayores, a quienes tanto les debemos. Que aprendamos y crezcamos de su precioso y valioso legado. Que el Señor nos ayude, y que así sea.