
Fiesta patronal en honor de San Juan Bosco,
Parroquia La Fortuna, martes 31 de enero de 2023.
Hermanos:
De verdad es una gracia y un regalo celebrar la fiesta patronal, para renovar nuestra fe y acercarnos a la figura y ejemplo del santo patrono, en este caso San Juan Bosco, a fin de conocer e imitar sus virtudes.
De fe claramente nos habla la palabra de Dios que se ha proclamado en esta celebración. El autor de la carta a los hebreos, destacando el ejemplo de fe de algunos antepasados, nos decía que ellos “supieron correr con perseverancia la carrera teniendo fija la mirada en Jesús, caudillo y consumador de nuestra fe”. Esto es precisamente lo que hicieron los santos, especialmente Don Bosco (tener siempre la mirada fija en Jesús). El evangelio de San Marcos nos narra dos milagros de Jesús; éstos fueron respuesta a la fe y confianza de quienes pedían el favor del Señor: la mujer que padecía de flujos de sangre, a quien Jesús le dice: “mujer, tu fe te ha curado”. Y la resurrección de la hija del jefe de la sinagoga llamado Jairo, a quien Jesús le dice: “basta que tengas fe”. Ambos tuvieron fe y confianza en Jesús, por ello, el Señor actuó en favor de ellos.
Por fe vivió y actuó siempre San Juan Bosco. Con relación a los niños y jóvenes decía: “Uno solo es mi deseo: que sean felices en el tiempo y en la eternidad”. Juan Melchor Bosco, conocido por todos como Don Bosco, fue el fundador de diversas comunidades religiosas, agrupaciones e iniciativas que componen lo que se denomina como la Familia Salesiana. Por su dedicación a la formación de niños y jóvenes fue declarado “Padre y Maestro de la juventud” por el Papa San Juan Pablo II, el 24 de mayo de 1989.
Don Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Castelnuovo, Piamonte (norte de Italia). Cuando tenía tan solo dos años, su padre murió, y fue su madre, la Sierva de Dios Margarita Occhiena, la que se encargaría de él y de sus hermanos. A los nueve años, el pequeño Juan tuvo un sueño que lo marcaría para siempre. En él vio una multitud de niños que peleaban entre ellos y blasfemaban. Juan, furioso, se abalanzó contra la horda de infantes e intentó callarlos yéndose a los golpes. El sueño se había tornado en pesadilla, cargada de impotencia y rabia, hasta que de pronto, entre los niños, apareció Jesús.
El Señor lo increpó para que se calmara y dejara de propinar más golpes. Ese no era el camino. Jesús le dijo entonces que, para ganarse la confianza y el respeto de los muchachos, debía hacerlo con mansedumbre y caridad. Al instante, Jesús le estaba mostrando a quien sería su guía y maestra en esa tarea: la Virgen María.
La Madre de Dios, María Auxiliadora, que ahora ocupaba el foco de su sueño, le indicó que mirara en dirección hacia donde estaban los muchachos. Juan volteó y lo que vio lo dejó atónito: ya no estaban los niños, sino un grupo numeroso de animales salvajes, pero que empezaron a transformarse paulatinamente en mansos corderitos. En ese preciso momento, la Virgen se le acercó y le susurró al oído: “A su tiempo lo comprenderás todo”.
Poco a poco, en Juan fue creciendo un gran interés por los estudios, así como el deseo de ser sacerdote. Juan soñaba con ayudar a esos niños abandonados que no iban a la escuela. En la medida en que crecía en la vida espiritual, aumentaban las ganas de aprender cosas para poder aconsejar a los niños y jóvenes.
Inicialmente, Juan se sintió atraído por la vida de los franciscanos, pero finalmente decidió ingresar al seminario diocesano de Chieri. En ese lugar conoció a San José Cafasso, quien le mostró las prisiones y los barrios pobres donde había muchos jóvenes necesitados.
Juan recibió la ordenación sacerdotal en 1841 y poco después abrió un oratorio para niños de la calle, bajo el patronazgo de San Francisco de Sales. El oratorio fue un éxito: se convirtió en lugar de encuentro, juego y oración para cientos de niños. Al principio, esta obra no contaba con un local propio y estable, hasta que Don Bosco encontró un sitio perfecto en el barrio periférico de Valdocco. Ese sería el inicio de una hermosa aventura: la del trabajo permanente por acompañar en la fe y formar humanamente a la niñez y la juventud.
Don Bosco trabajó incansablemente en ese propósito, y no hubo enfermedad o cansancio que lo detuviese por mucho tiempo. Don Bosco había prometido dar hasta el último aliento por los jóvenes y eso fue lo que hizo. Con el transcurso de los años, San Juan Bosco se entregó de lleno a consolidar y extender su obra. Brindó alojamiento a jóvenes abandonados, ofreció talleres de aprendizaje y, a pesar de sus limitaciones económicas, construyó una iglesia en honor a San Francisco de Sales, el santo de la amabilidad y la dulzura.
En 1859 fundó la Congregación Salesiana junto a un grupo de jóvenes entusiasmados con la misión que la Virgen le había trazado, y que habían crecido inspirados por su carisma y fortaleza. Más adelante, fundaría a las Hijas de María Auxiliadora a lado de Santa María Dominga Mazzarello. Luego vendrían los Salesianos Cooperadores y otras organizaciones con las que compondría la gran Familia Salesiana.
Con las donaciones de sus colaboradores, logró financiar la construcción de la Basílica de María Auxiliadora de Turín y la Basílica del Sagrado Corazón en la ciudad de Roma.
San Juan Bosco partió a la Casa del Padre el 31 de enero de 1888 a los 73 años. Su vida fue una entrega total a Jesús y a la Virgen a través de sus queridos niños y jóvenes. Su vida también fue la demostración en los hechos de aquellas palabras que alguna vez dirigió al más querido de sus alumnos, el pequeño Santo Domingo Savio: “Aquí hacemos consistir la santidad con estar siempre alegres”.
Hermanos, la palabra de Dios que hemos escuchado y el ejemplo de San Juan Bosco que hemos recordado sin duda nos llaman a vivir con nuestra fe y confianza puestas en Jesús, a trabajar preventivamente por la niñez y juventud, a fomentar la devoción a la Santísima Virgen María y a actuar siempre con relación a los demás (especialmente con la niñez y la juventud) con actitudes de paciencia, comprensión, buen trato, amabilidad y dulzura como lo hizo siempre Don Bosco.
Que esta sea la gracia que pidamos al Señor en esta Eucaristía, y que nos acompañe la intercesión de San Juan Bosco, a quien hoy recordamos y honramos devotamente.