
Fiesta patronal en honor de San Francisco de Asís,
Martes 4 de octubre de 2022. Parroquia Los Chiles, 10:00 a.m.
Hermanos todos en el Señor:
Siempre me gusta decir, y esto convencido de ello, que la fiesta patronal de una comunidad parroquial es un momento de gracia y bendición para renovar la experiencia de fe y el compromiso apostólico con el Señor y con la Iglesia. Con esta motivación, estamos reunidos, un año más, para celebrar esta fiesta en honor de San Francisco de Asís, patrono de esta comunidad de Los Chiles y también de la Orden a la cual pertenecen nuestros hermanos frailes franciscanos.
Saludo a todos ustedes presentes acá y a quienes siguen la transmisión de la Eucaristía. Saludo especialmente a los miembros de la Fraternidad franciscana, Fray Mayro Elías, Fray Santos Fabián y Fray Rafael Antonio, quienes los acompañan pastoralmente en esta comunidad; agradezco a ellos todos sus desvelos y entrega sacerdotal en beneficio de ustedes. Igualmente, saludo a los Frailes de la Fraternidad de El Pavón que nos acompañan esta mañana y que están también hoy de fiesta.
Nos alegra, de manera particular, la presencia muy significativa e importante en esta celebración de Fray Luis Enrique Saldaña Guerra, ministro provincial de la Orden, y de Fray José Antonio Huezo Huezo, definidor provincial. Fray Luis Enrique y Fray José Antonio, aprovecho esta ocasión para agradecer sinceramente, en nombre de la diócesis, la presencia ya histórica y muy valiosa pastoralmente de la Orden en esta zona de nuestra Iglesia Particular con las fraternidades de Los Chiles y El Pavón. Es enorme e invaluable la ayuda pastoral que nos prestan; pienso en tantos frailes que han pasado por acá con tanta generosidad, entrega, espíritu de sacrificio y servicio inspirados, por supuesto, en el carisma franciscano que los identifica y anima. Dios les pague por todo; esperamos seguir contando con ustedes.
Hermanos, la palabra de Dios que hemos escuchado ha salido a nuestro encuentro para iluminarnos y animarnos en el momento actual de nuestra historia y de nuestra experiencia de fe en relación con el Señor. Igualmente, nos ha acercado a aspectos y puntos particulares de la vida y testimonio de San Francisco que nos invitan a imitar las virtudes de este Santo que se asemejó de manera radical con Cristo pobre y humilde.
La primera lectura del Eclesiástico nos habla de uno que en su tiempo reparó el templo. Hoy recordamos y agradecemos no sólo la iniciativa material del Pobre de Asís con respecto al templo de San Damián, sino, sobre todo, la reforma y renovación de la Iglesia inspirada y promovida por él, en una época de mucha crisis y decadencia al interno de la Iglesia. San Francisco nos sigue desafiando para que, dentro de la Iglesia y hacia afuera de ella, demos un testimonio más acorde con nuestra pertenencia eclesial. Es decir, que seamos más fieles, más auténticos, pobres, sencillos, unidos y fraternos.
Estas actitudes testimoniales nos darán credibilidad como Iglesia, credibilidad por la cual tanto trabajó y se preocupó San Francisco. Y esto, hermanos, es aún más válido y necesario en medio del creciente ambiente de relativismo y crisis de verdad en el que estamos, y dentro del cual la Iglesia Católica es muchas veces cuestionada e incluso atacada. El axioma “Ecclesia semper reformanda est” (la Iglesia debe estar siempre en renovación), nos exige siempre, pero mayormente hoy en día, y por ello nos pide coherencia, autenticidad y fidelidad verdaderas.
Pasando a la segunda lectura de San Pablo a los gálatas, el apóstol nos ha dicho que él solamente se gloría en la cruz de Cristo; es más, que él se siente crucificado con Cristo. En efecto, el Señor, desde la cruz, nos ha hecho hermanos, nos ha unido desde su amor redentor e infinito. San Francisco, convencido de esta verdad salvífica y de la fuerza del crucificado, también llevó en su cuerpo las marcas de la pasión de Cristo. Hasta este punto llegó la identificación de nuestro Santo con el Señor; de ahí lo que comúnmente se dice en el sentido de que Francisco fue el Santo que más se asemejó a Jesucristo. Esta es también una exigencia para nosotros en virtud de nuestra vocación común a la santidad, y de nuestra condición e identidad de discípulos-misioneros del Señor.
Finalmente, en el evangelio de San Mateo, Jesús alaba al Padre porque ha dado a conocer las cosas del Reino a los sencillos y humildes. Y cómo no pensar ante estas palabras en el Pobrecillo de Asís. Asimismo, nos invita el Señor a ser mansos y humildes de corazón como él. Me parece que este camino, el de la sencillez, la humildad y la mansedumbre, es el camino y la forma para que de verdad seamos hermanos, para vivir unidos y tener la capacidad de encontrarnos más allá de toda diferencia. Con dolor hemos de reconocer que todavía no se conoce el Evangelio de Jesús en muchas partes del mundo y muchos sectores de la humanidad; que, por ello, y también por falta de vivencia en la fe de quienes ya lo conocemos, todavía vivimos entre luchas, guerras, enfrentamientos, pulsos de poder, desigualdades, injusticias, irrespetos manifiestos a la dignidad de la persona humana comenzando por el valor de la vida.
Necesitamos un corazón sencillo y humilde para aceptar la propuesta de vida de Jesús, basada en el amor, la fraternidad, la paz y la búsqueda del bien de cada persona y del bien común también. Con corazón pobre y humilde, Francisco de Asís entendió y aceptó esta esencia del Evangelio de Jesús para vivirla y testimoniarla con toda radicalidad y fidelidad. He aquí el reto para nosotros hoy en día: ser hombres y mujeres de Evangelio, de fraternidad y de paz, capaces siempre de buscar y construir el bien, tanto más necesario cuanto vemos que el mundo y la sociedad se dirigen y rigen por caminos muy distintos y hasta contrarios a la propuesta de Jesús. Y esto no es sólo el reto que tenemos, sino concretamente la misión que hemos de cumplir en medio del mundo y de la humanidad.
El habernos acercado a la figura siempre actual y desafiante de San Francisco de Asís, a través de esta celebración, nos ayude el Señor a vivir nuestra experiencia de fe cristiana y el testimonio vivo de la misma de manera sencilla, esencial, radical y efectiva como supo hacerlo San Francisco, después del encuentro personal, íntimo y profundo que tuvo con Cristo y que cambió para siempre su vida. Estamos ya en el mes de las misiones, y a nivel de nuestro país nos encontramos en medio de una gran misión nacional. Todo ello nos habla y recuerda que somos llamados y enviados a cumplir nuestra misión que es evangelizar y dar testimonio de la vida de Jesús. Ojalá sea este un fruto concreto y valioso de la hodierna fiesta de San Francisco: ser verdaderos discípulos, misioneros y testigos del Señor.
Que la enseñanza de la palabra de Dios que hemos recibido hoy, el testimonio radical y fructuoso de San Francisco y, sobre todo, el alimento que nos viene de la Eucaristía, el pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo, y que se convierten en este sacramento en el cuerpo y la sangre del Señor, nos ayuden, dispongan y fortalezcan a trabajar en la Iglesia y en el mundo con entrega y generosidad, con una fe viva y operante, para dar abundantes frutos de amor, paz y bien, ahora y para la eternidad.