
Recientemente la Iglesia celebró la LX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, la cual fue instituida por San Pablo VI el 12 de abril de 1964, en el Domingo del Buen Pastor.
Necesitamos que el mundo conozca que se puede seguir y ser fiel al modelo de Jesús, y que la opción al sacerdocio es una respuesta válida en nuestra sociedad. ¡Decirle sí al Señor vale la pena y vale la vida!
“En la Iglesia, todos somos servidores y servidoras, según diversas vocaciones, carismas y ministerios. La vocación al don de sí en el amor, común a todos, se despliega y se concreta en la vida de los cristianos laicos y laicas, comprometidos a construir la familia como pequeña iglesia doméstica y a renovar los diversos ambientes de la sociedad con la levadura del Evangelio; en el testimonio de las consagradas y de los consagrados, entregados totalmente a Dios por los hermanos y hermanas como profecía del Reino de Dios; en los ministros ordenados (diáconos, presbíteros, obispos) puestos al servicio de la Palabra, de la oración y de la comunión del pueblo santo de Dios”, decía el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada de Oración de este año.
Hace unos días expresé a los seminaristas de Costa Rica que “para quien quiera servir de verdad, para quien quiera perder su vida por el Reino, para quien quiera buscar a Dios y el bien de la Iglesia -y no buscarse a sí mismo- el modelo será necesariamente el del amor y el del servicio, el de la entrega y la renuncia, el de la obediencia y el autoabajamiento”, (homilía, Misa Vocacional, jueves 4 de mayo, 2023).
Les comenté también que, en medio de las tentaciones de protagonismo, búsqueda de poder, rivalidades y clericalismo presentes, lamentablemente, en la Iglesia, el modelo del sacerdote debe asemejarse al modelo que nos presenta Jesús.
Cultivemos en nuestras familias, antes que nada, la oración por las vocaciones al sacerdocio; pero cultivemos también el aprecio por servir sin medida, por entregar la vida por los demás, para que nuestros jóvenes puedan encontrar un estilo de vida válido en el sacerdocio, no para sí mismos, sino para llevar el Evangelio, a tiempo y a destiempo, para atender a los que necesitan la Palabra de Dios y para guiar por el camino de la salvación a nuestros hermanos.
Sabemos que las vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada han venido disminuyendo en el mundo, pero no debemos renunciar a mostrar el llamado que el Señor hace a servir en su reino.
Este llamado de renuncia y despojamiento también aplica como estilo de vida para todos, en las distintas vocaciones y los llamados que hace el Señor. Si pudiéramos ser más solidarios y entregados, si pudiéramos ser menos egoístas y pensar más en los demás, el mundo reflejaría otro rostro muy distinto al que muchas veces vemos de ansias de poder, envidias y disputas por lo material.
San Bernardo, doctor melifluo, nos recordaba que la medida del amor cristiano es amar sin medida, y así lo ha hecho el Señor y Maestro. Así es como debemos ser en nuestras comunidades.
El modelo de Jesús no es solo para quienes responden desinteresadamente en el camino del sacerdocio, sino que es para que todos mostremos el verdadero amor que nos haga capaces de transformar nuestra realidad y vivir según la voluntad de Dios.
Fermento 268. Martes 16 de mayo, 2023