
Han pasado dos años en los cuales la Semana Santa se ha vivido de modo distinto en todo el mundo, con el fin de resguardar el don más preciado y sagrado que nos ha dado el Señor, como lo es la vida.
Desde la Iglesia Católica siempre antepusimos las mejores disposiciones posibles con el fin de contribuir a cuidar a las personas y evitar el contagio del COVID-19, el cual nos ha golpeado con mucha fuerza.
Para este año, en esta Semana Santa, podemos volver a celebrar, por gracia de Dios, algunas de las tradiciones que están en el corazón del creyente, al tiempo que las actividades litúrgicas van retomando la normalidad. Recordemos que, hace dos años incluso, tuvimos celebraciones sin fieles.
Esta Semana Mayor es una oportunidad para volver a manifestar con todas nuestras fuerzas, con fe y esperanza fervientes, lo que creemos; podremos hacerlo en los templos y también en las calles.
Es importante, desde luego, que lo hagamos con mucha responsabilidad, no olvidando que aún vivimos esta pandemia y que debemos seguir vigilantes de normas sanitarias que nos permitan cuidar nuestra salud y la salud de nuestros hermanos.
Lo más importante de esta Semana Santa es que tengamos en cuenta que su centro es el misterio pascual de Cristo. Se trata de una semana para contemplar el misterio salvífico y amoroso de Dios manifestado en su Hijo. Desde esta perspectiva, son días santos que vivimos para renovar nuestra fe.
La Semana Santa nos invita a unirnos a Cristo personal y comunitariamente; a asumir sus pensamientos y sentimientos; él quien siendo Dios se hizo uno de nosotros, excepto en el pecado, para salvarnos. Su misterio redentor es la muestra más clara de su amor infinito, pues nadie tiene amor más grande que quien da la vida (cfr. Juan 15, 13).
Si bien vivimos en un mundo que muchas veces recoge propuestas que nos quieren alejar de Dios, para los creyentes, esta semana es también la oportunidad de tener una renovación espiritual que nos permita meditar y celebrar como corresponde los misterios centrales de nuestra fe.
Demos a estos días santos el valor que se merecen, hagámoslo con respeto, manifestando sin temor nuestra relación con Dios. Permitamos también que otras personas, por medio de nuestro testimonio, puedan volver la mirada a lo que celebramos; seamos mensajeros del Evangelio, llevando amor y esperanza a todos los lugares donde nos encontremos.
Si bien, la celebración del Domingo de Ramos nos mostraba elementos triunfantes y dolorosos a la vez, como lo será toda la conmemoración de esta Semana Mayor, al final, sabemos que el amor triunfó; sabemos que nos encaminamos a la máxima alegría de nosotros los cristianos: la resurrección de Jesucristo.
Como bautizados, demos testimonio de que el Espíritu de Dios está y actúa entre nosotros; testimonio de que tenemos la identidad de ungidos del Señor, por eso estamos llamados a ser luz en medio del mundo. ¡Que el Señor nos conceda una fructuosa Semana Santa!
Fermento 211. Martes 12 de abril, 2022