
Fiesta Patronal San Francisco de Asís,
Parroquia Los Chiles, lunes 4 de octubre 2021, 10:00 a.m.
Hermanos todos en el Señor:
Por gracia de Dios, un año más podemos celebrar esta solemne fiesta en honor de San Francisco de Asís, patrono de esta comunidad de Los Chiles y de los frailes que tienen sus fraternidades en esta parroquia y en El Pavón. Saludo y felicito sinceramente a los frailes franciscanos en este día; aprovecho la ocasión para reconocer y agradecerles el servicio y dedicación pastoral en favor de estas dos parroquias. Les saludo a ustedes hermanos, miembros de esta querida comunidad de Los Chiles. Saludos de paz y bien para todos. Personalmente, doy también gracias a Dios de poder celebrar esta fiesta un año más junto a ustedes, consciente de que esta celebración es un momento de gracia y bendición para la comunidad parroquial, pues es la oportunidad propicia para renovarse en la fe y para retomar un impulso apostólico renovado, generoso y cada vez más comprometido con el Señor y con la Iglesia.
Celebramos la fiesta de uno de los Santos más pequeños y grandes, a la vez, que ha tenido la Iglesia, y a quien le tocó vivir una época difícil y relajada entre 1182 y 1226, periodo de los 44 años que vivió. Celebramos la santidad de Dios plasmada y consumada en Francisco de Asís, pues la santidad es don y regalo de Dios; la santidad es nuestra vocación común como bautizados, por tanto, todos estamos llamados a la santidad desde las realidades, situaciones y circunstancias que vivimos diariamente. Francisco entendió esto y, después de su conversión, lo asumió con toda radicalidad, seriedad y generosidad.
Totalmente en consonancia con la vida y testimonio de Francisco, la Palabra de Dios proclamada en esta celebración nos ilumina y anima en la fe, y al mismo tiempo, nos invita a asumir el legado de santidad que el Pobre de Asís nos dejó, y que sigue teniendo una actualidad y vigencia indiscutibles.
- Con el evangelio de Mateo, diríamos que Francisco fue el humilde y sencillo por excelencia. Jesús da gracias y alaba al Padre porque ha revelado las cosas del Reino a la gente sencilla y nos invita a aprender de Él que es manso y humilde de corazón. En la sencillez y humildad de corazón está la clave para convertirnos y santificarnos. La humildad y la sencillez son el terreno más fértil y propicio para que la gracia de Dios dé fruto abundante. Y esto fue lo que ocurrió en la vida y testimonio de Francisco. La sencillez y la humildad nos hacen dóciles y obedientes a la voluntad de Dios.
- Con San Pablo, en la segunda lectura de su carta a los gálatas, diríamos que para Francisco la cruz y la pasión de Cristo fueron su verdadera gloria, no las cosas del mundo. Entendió y vivió perfectamente lo que decía el apóstol: “Líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”. Luego de su conversión, Francisco renuncia a todas las pompas y glorias humanas. Más adelante, en 1224, queda marcado con los estigmas de la pasión, en una particular identificación con Jesucristo. Por eso, el Santo decía: “Nada me consuela tanto como la contemplación de la vida y pasión de Nuestro Señor Jesucristo”.
- Con la primera lectura del libro del Eclesiástico, diríamos que Francisco fue reformador y reconstructor de la Iglesia. Como decía el texto, “Es aquel que en su tiempo reparó el templo y afianzó el santuario”. No solo de la destruida iglesia de San Damián, en Asís, sino de toda la Iglesia, tan decaída en su tiempo. Y lo hizo con su testimonio de pobreza, autenticidad, fidelidad y radicalidad. Inspiró toda una reforma y renovación en medio de tanta decadencia y anti testimonio de su tiempo. De allí el famoso sueño de Inocencio III respecto de San Juan de Letrán, y que el Giotto plasmó maravillosamente en uno de los frescos de la Basílica superior de Asís. La Iglesia siempre se renueva por el buen testimonio y el ejemplo de santidad de sus hijos.
Hermanos, realmente Francisco fue un santo pobre y humilde, pero, al mismo tiempo, un santo grande, completo y universal, pues predicó el grandeza y sublimidad del amor de Dios como el centro de su vida y de todo el mensaje cristiano. Predicó y dio testimonio de la paz, la libertad, la fraternidad y la armonía, en sintonía con todo lo creado; por ello llamaba hermano o hermana a cada persona, cosa o creatura. Todo en la creación nos habla del amor infinito de Dios, por ello, Francisco dedicó su vida a predicar y a dar testimonio de esta gran verdad, lo hacía con vehemencia y consciencia, casi fuera de sí, sumido en el misterio del amor de Dios. El hecho de sentirse infinitamente amado por el Señor, lo llevó a amar y a sentir hermano y hermana a toda creatura.
¿Por qué tanto impacto de la vida y testimonio de Francisco en su tiempo y hasta nuestros días? Por su radicalidad, autenticidad, pobreza, humildad y confianza en Dios. Sobre todo, por su capacidad de ser fraterno y vivir la minoridad con todas sus consecuencias. Ante el impacto y el testimonio de vivir como Jesucristo, Fray Maseo de Marignano preguntó al Santo: “¿Por qué todo el mundo corre tras de ti, y pugnan por verte, oírte y obedecerte?”. Sencillamente porque Francisco era imagen y presencia viva de Jesucristo; por ello fue testimonio auténtico de santidad; por eso hizo opción radical y total por Jesús, “Mi Dios y mi todo”, decía. “El lote de mi heredad”, como exclamaba el salmo 15, proclamado en esta celebración. Ser cristiano es ser otro Cristo, y esa fue la más genuina experiencia de Francisco de Asís. De allí su impacto, su legado duradero y su credibilidad más allá del tiempo e incluso de la misma Iglesia.
Hermanos, al celebrar y contemplar hoy el testimonio de Francisco de Asís, ojalá seamos al menos más pacíficos y humildes, en medio de tanto orgullo y autosuficiencia. Al menos más fraternos, en medio de tanto egoísmo, individualismo y violencia. Más conscientes de la presencia amorosa de Dios en todo el universo y la obra creada, en medio de tanto irrespeto a la vida, a la dignidad de las personas y a la casa común que Dios nos ha dado a todos y para todos. Si al menos asumiésemos algo de estas virtudes del Santo de Asís, inspiradas en el Evangelio de Jesús, nuestro mundo y nuestra humanidad serían mejores, más pacíficos y fraternos, más allá de tanto mal e injusticia.
Que, como fruto de la celebración de esta Eucaristía, de la vida y testimonio de santidad de Francisco, seamos más pobres y sencillos de corazón, más unidos a la cruz del Señor que expresa la totalidad de su amor, más instrumentos de paz y bien, más santos y auténticos; en una palabra, más semejantes a Jesucristo, como lo fue San Francisco.