
El próximo 8 de mayo, Costa Rica vivirá, una vez más, una jornada que ha caracterizado su democracia: el traspaso de poderes, una sucesión en paz, al realizarse el cambio de mando en la autoridad del gobierno.
En medio de la pandemia, hemos celebrado el 200 aniversario de vida independiente, motivo que nos llena de orgullo; pero sabemos que día a día debemos construir y fortalecer esa independencia y nuestra democracia, que es respetada en todo el mundo. Con mayor razón hemos de hacerlo, pues, como consecuencia del COVID-19 se han generado una serie de problemáticas, otras han crecido y otros retos están a la orden del día.
Depende de cada uno de nosotros aportar a la construcción de una más sólida democracia y que, conceptos como la paz social, la solidaridad, o el Estado de derecho, no se queden simplemente en teoría.
Al darse el cambio de mando, la sociedad acepta que termine el periodo de un presidente y que inicie uno nuevo. Esto se reconoce en respeto de la voluntad popular que, en las urnas, decide cada cuatro años quiénes son sus gobernantes.
Tras el cambio de mando, viene una oportunidad para el nuevo presidente de la República de poner en práctica aquellas ideas y soluciones que ofreció al electorado con el fin de llegar al cargo. Pedimos a Dios que le ilumine y le llene de sabiduría y humildad para ejercer esta responsabilidad.
Todos los actores de la sociedad debemos contribuir a hacer de nuestra nación un mejor lugar para vivir, en el cual destaquen el respeto, el orden, el desarrollo integral.
Podemos soñar con un mejor país, en donde se enfaticen los valores que nos han caracterizado y que han permitido grandes logros como la seguridad social, un Código de Trabajo fundado en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia… pero queda mucho por hacer.
Es fundamental pensar en que la educación requiere soluciones de emergencia para que pueda llegar a los más necesitados; que el acceso a la tecnología no sea una limitante, o para que, cuestiones como una deficiente infraestructura no impida a los estudiantes reunirse para recibir lecciones de modo adecuado, sobre todo en regiones alejadas del Gran Área Metropolitana, en las provincias costeras o en los sitios cercanos a la frontera.
Señala el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, en el número 190: “el gobierno democrático, en efecto, se define a partir de la atribución, por parte del pueblo, de poderes y funciones, que deben ejercitarse en su nombre, por su cuenta y a su favor; es evidente, pues, que toda democracia debe ser participativa. Lo cual comporta que los diversos sujetos de la comunidad civil, en cualquiera de sus niveles, sean informados, escuchados e implicados en el ejercicio de las funciones que ésta desarrolla”.
Soñemos y trabajemos por una sociedad en la cual participemos para el mejoramiento de las condiciones de vida de todos, sin hacer separaciones y en la búsqueda de reducir la desigualdad que por décadas nos ha golpeado.
Hago también un llamado a los creyentes, especialmente al pueblo fiel católico: no dejemos de orar por nuestros gobernantes y por nuestro país; pongamos en Dios nuestra confianza y esperanza y animémonos a aportar un testimonio de vida que permita construir una sociedad mejor, desde allí donde nos encontremos y con los talentos que el Señor nos ha dado.
Fermento 214. Martes 3 de mayo, 2022