
XI Domingo Ordinario, B. 13 de junio de 2021.
Patronal San Antonio de Padua, Parroquia de Pital.
Hermanos todos en el Señor:
Después de compartir con ustedes la dedicación solemne de este templo y de su altar, el pasado viernes 4, doy nuevamente gracias a Dios por encontrarme acá, en este 13 de junio, para celebrar la fiesta patronal en honor de San Antonio de Padua, patrono de la parroquia. Agradezco al P. Abraham y al P. Rogelio por la amable invitación. Pedimos la eficaz intercesión de San Antonio por todos ustedes, aquí presentes, y por toda la comunidad parroquial. Que él los siga animando e inspirando en su experiencia de fe, seguimiento del Señor y santificación propia.
Después de celebrar varias solemnidades del Señor, retomamos el ritmo normal del tiempo ordinario, en el cual acompañamos a Jesús por los caminos de Galilea y Judea, en las diversas manifestaciones de su ministerio público. Recordemos que sus acciones respecto al Reino de Dios son dos, fundamentalmente: predicar con insistencia la presencia del Reino y la realización de signos y milagros prodigiosos que demuestran la actuación del Reino.
Me parece que los textos de la Palabra de Dios que hemos escuchado, de este XI domingo ordinario que estamos celebrando, nos hacen una clara invitación a la confianza en Dios. Y lo hacen al poner de manifiesto que el Reino de Dios va adelante, creciendo y actuando, aunque quizás no nos demos cuenta. Recordemos que la acción de Dios no es aparatosa ni espectacular; por el contrario, muchas veces el Señor actúa en lo pequeño y sencillo, pero de manera fiel y eficaz. Por ello, sabemos que estamos en manos de Dios, que Él guía nuestra vida y nuestra historia, por consiguiente, ahí está el reto de confiar desde la fe en Él.
Llamada a confiar es precisamente el apelo que se hace a Israel en la primera lectura del profeta Ezequiel. No hay que poner la confianza en las fuerzas humanas, o en los pactos políticos o sociales, sino que hay que confiar en que Dios actúa maravillosamente. Escuchamos que su actuación se compara en el texto a sacar de un pequeño retoño un gran cedro con ramas y frutos adonde llegan toda clase de aves. Una vez más la enseñanza: de pequeñas cosas, Dios hace grandes maravillas. Por ello, no nos dejemos guiar por puras apariencias o criterios humanos, pues de lo pequeño, Dios saca grandes frutos ¡Confiemos!
En el evangelio de San Marcos, Jesús presenta la acción del Reino de Dios a través de dos parábolas o comparaciones: con una pequeña semilla que se siembra y también con un grano o semilla de mostaza que igualmente se cultiva. No se sabe cómo germinan, cómo crecen y cómo dan fruto. Sin embargo, crecen y van produciendo como lo podemos comprobar también nosotros en otras plantas o cultivos que conocemos y miramos. No deja de ser un proceso sorprendente y misterioso la germinación, el crecimiento y el fruto. Lo mismo ocurre con la actividad del Reino de Dios, de ahí las comparaciones de Jesús: aunque no veamos grandes cosas, la semilla del Reino y la acción de Dios va creciendo, está actuando y va dando fruto en medio nuestro. De lo pequeño e insignificante, como es una semilla, salen abundantes frutos. Por tanto, vemos reflejado aquí el tema y la llamada de Dios: si el Señor actúa de manera casi imperceptible, pero eficaz, entonces confiemos en que Dios actúa, da vida, impulsa y produce fruto. El Señor nos invita a la esperanza y a la confianza.
Esto es también lo que precisamente nos presentaba San Pablo en la segunda lectura de la segunda carta a los corintios. Decía de manera muy clara el apóstol que “siempre tenemos confianza, aunque estemos desterrados … caminamos guiados por la fe”. Y hermanos, precisamente la fe es ante todo confianza en Dios, en su acción y en las maravillas que Él hace en medio nuestro.
Al recordar y celebrar hoy a San Antonio de Padua, presbítero, doctor de la Iglesia y patrono de esta comunidad parroquial de Pital, vemos que confiar en Dios fue siempre lo que hizo y predicó este insigne Santo. Confió y predicó la buena noticia de la acción de Dios que nos guía, impulsa, hace crecer y dar fruto. Alguien que predica y da testimonio de la fe debe estar plenamente convencido del poder y la eficacia de la acción de Dios y de su Reino en medio de nosotros y de la historia. Por ello, San Antonio fue predicador y testigo incansable, combatió errores, mostró con frutos y milagros las maravillas de Dios. Fue hombre de fe, plena confianza en Dios y de Evangelio. En San Antonio tenemos toda una inspiración para ser personas de fe, santos y testigos de las maravillas de Dios.
Asimismo, hoy, en medio de tanta confusión y relativismo, en medio de tantos discursos errados y a medias, nosotros, como personas de fe, a semejanza de San Antonio, tenemos que aprender a hablar y a actuar con la verdad; con la verdad de Dios, del Evangelio y de la fe, aunque vayamos contra corriente, aunque el embate contrario a veces nos parezca más fuerte, como también le tocó a San Antonio en su época. Pero, en medio de todo ello, confiamos en Dios, en que Él nos impulsa y guía, nos hace crecer y dar fruto donde quiera que estemos, para que su Reino siga actuando y transformando el mundo.
Hermanos, en la Eucaristía recibimos el alimento que nos da fuerza para confiar en Dios, para convencernos y estar seguros de que Él actúa, hace crecer y da fruto abundante. La Eucaristía es alimento y fuerza para confiar que la fuerza del bien es mayor que la del mal, que la verdad triunfará sobre el error y la mentira. Sembremos la semilla de la verdad del Evangelio, como lo hizo San Antonio, para que recojamos frutos no solo ahora en este mundo, sino el fruto de la cosecha de la vida eterna. Así sea, amén.
¡San Antonio de Padua! Ruega por nosotros.