
Santa Isabel de Hungría,
Filial Coopeisabel, Parroquia Pital,
Jueves 17 de noviembre, 6:00 p.m.
Hermanos todos en el Señor:
Quiero iniciar esta breve y sencilla reflexión con una reseña directa acerca de la vida de Santa Isabel de Hungría, patrona de esta comunidad.
Su padre era rey de Hungría; fue sobrina de Santa Eduviges y sobrina nieta de Santa Isabel de Portugal. Nacida en 1207, vivió solamente 24 años, y fue canonizada apenas cuatro años después de su muerte. La Iglesia ha visto en ella un modelo admirable de donación completa de sus bienes y de su vida entera a favor de los pobres y de los enfermos. Un ejemplo acabado de caridad y práctica de las obras de misericordia con los más pobres, enfermos y olvidados (descartados, diría hoy el Papa Francisco). Recuerden que recién el domingo pasado celebramos la VI Jornada Mundial de los Pobres, con la cual el Santo Padre desea “…, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro. Al mismo tiempo, la invitación está dirigida a todos, independientemente de su condición religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad”
Volviendo a la vida de Isabel, cuando sólo tenía veinte años y su hijo menor estaba recién nacido, su esposo murió luchando en las Cruzadas. La Santa estuvo a punto de sucumbir a la desesperación, pero luego aceptó la voluntad de Dios. Renunció a propuestas que le hacían para nuevos matrimonios y decidió que el resto de su vida sería para vivir totalmente pobre y dedicarse a los más pobres. Daba de comer cada día a 900 pobres en el castillo.
Un viernes santo, después de las ceremonias, cuando ya habían quitado los manteles a los altares, la Santa se arrodilló ante un altar y delante de varios religiosos hizo voto de renunciar a todos sus bienes y de vivir totalmente pobre, como San Francisco de Asís hasta el final de su vida y de dedicarse por completo a ayudar a los más pobres. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana. Cuando apenas iba a cumplir sus 24 años, un día como hoy, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad.
Muy poco después de su muerte, los milagros que sucedieron en su sepulcro movieron al Papa a declararla Santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte en 1235. El ejemplo, testimonio y legado de los santos, como el de Santa Isabel, nos retan hoy en día a nosotros a hacer viva y operante nuestra fe a través de las obras de caridad y misericordia. Tanta pobreza y sufrimiento hay lamentablemente a nuestro alrededor; allí nos quiere el Señor con sentimientos y actitudes de misericordia para ayudar efectivamente a los que más necesitan. La intuición de los santos les hizo descubrir y ver en la persona de los pobres al mismo Señor Jesús, a quien sirvieron con amor, entrega y dedicación. Ver y servir a Cristo en los pobres es el desafío que tenemos siempre. Máxime que el Señor nos recuerda que a los pobres siempre los tendremos entre nosotros.
¿Cómo hicieron tantos santos como Santa Isabel para reconocer y servir a Cristo en los pobres? Porque supieron alabar y bendecir como su Señor, a Cristo, el Cordero degollado, del que hablaba la primera lectura del Apocalipsis y que nos compró con su preciosa sangre para salvarnos, redimirnos, hacer de nosotros hombres nuevos y un reino de sacerdotes que reinan sobre la tierra. Tenemos que reconocer, alabar y bendecir a Jesucristo como Señor nuestro.
Igualmente, porque como decía Jesús en el evangelio de Lucas que hemos escuchado, los santos supieron reconocer el momento de su venida sobre la vida de cada uno de ellos, y además comprendieron el camino que conduce a la paz que es Cristo mismo, camino, verdad y vida. Esta experiencia transformó la vida de los santos y los hizo lanzarse al servicio, a la caridad, a la práctica viva y fiel del amor a través de las obras de misericordia con todos, especialmente con los más pobres, enfermos, sufridos y olvidados.
Esta es la gracia que vamos a pedir al Señor en esta Eucaristía como fruto de la celebración en honor de Santa Isabel, y también pedimos la intercesión de la Santa, para que vivamos y testimoniemos una fe viva y operante en el amor y en el servicio especialmente con los más necesitados ¡Santa Isabel de Hungría! Ruega por nosotros.