Vivamos como auténticos resucitados; hombres y mujeres nuevos en Cristo Jesús

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

9 de abril de 2023, Catedral de Ciudad Quesada, 10:00 a.m.

Hermanos todos en el Señor:

“Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua”. Así ha escrito el Papa Francisco en su exhortación Evangelii gaudium (La Alegría del Evangelio n. 6). La Cuaresma nos preparó para llegar a la meta de la Pascua, y vivir este día glorioso en que proclamamos y celebramos el triunfo de Jesucristo sobre la muerte, el mal y el pecado. Por ello, el tiempo de Pascua nos desafía a vivir con el Señor una vida nueva y resucitada. Así lo canta un himno pascual de la liturgia: “Pascua sagrada, ¡oh fiesta de la luz!, despierta tú que duermes, y el Señor te alumbrará”.

Durante este tiempo de alegría, gozo y esperanza, vamos a escuchar el libro de los Hechos de los Apóstoles. El discurso de Pedro, que hoy se lee como primera lectura, no es una lección sobre ideas abstractas. Es un testimonio conceto de vida y una experiencia real: “Nosotros comimos y bebimos con él después que resucitó, y él nos envió a anunciar al pueblo que Dios le ha puesto como Juez de vivos y muertos”.

También el evangelio según San Juan nos refiere el testimonio de Pedro y del discípulo amado del Señor (Jn 20, 1-9). Aquel primer día de la semana, las mujeres se acercaron hasta el sepulcro de Jesús, pero lo encontraron vacío. Hasta hablaban de unos ángeles que les anunciaron que Él estaba vivo.

Alarmados por estas noticias, los discípulos corrieron hasta el sepulcro. No vieron el cuerpo de Jesús. La constatación de la ausencia del Señor motiva el crecimiento en la fe. Si el Señor no está entre los muertos, su vida entera puede ser releída con los ojos de la fe.

Hermanos, fijémonos en nosotros mismos y en nuestra fe en este día glorioso de Pascua de Resurrección, y asumamos nuestro compromiso de cara al misterio central de nuestra fe. También nosotros contemplamos hoy el sepulcro vacío de Jesús. Nos llama la atención que el evangelio repita muchas veces que tanto María Magdalena como los dos discípulos “vieron” el sepulcro vacío y las vendas que habían envuelto el cuerpo de Jesús. También nosotros en este día de Pascua somos invitados a ver con los ojos de la fe el misterio del Señor Resucitado. Y repetir con gozo uno de los himnos pascuales: “La mañana celebra tu resurrección y se alegra con claridad de Pascua. Se levanta la tierra, como un joven discípulo en tu búsqueda, sabiendo que el sepulcro está vacío”.

La carta de San Pablo a los Colosenses, que hemos escuchado como segunda lectura (Col 3,1-4), contiene una exhortación clara y directa para que vivamos como auténticos resucitados; hombres y mujeres nuevos en Cristo Jesús. Meditemos tres afirmaciones clave del apóstol:

• “Hermanos, ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios”. De hecho, por nuestro bautismo hemos muerto a un mundo de mal y de pecado.  Y hemos resucitado con Cristo, que es nuestra cabeza, a una vida totalmente nueva y distinta.

• “Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra”. Cristo es ya ahora nuestra vida. Su vida debe orientar indiscutiblemente la dirección de la nuestra. Nuestros pensamientos, palabras, acciones, intereses y valores han sido radicalmente renovados por su vida, por su muerte y por su resurrección. Por ello, no aspiramos a este mundo y a sus cosas pasajeras, sino a una vida que será eterna.

• “Cuando él aparezca, ustedes también aparecerán con él y tendrán parte en su gloria”. Cristo es ya ahora nuestra vida, el motivo para vivir de otra manera nuestra historia en este mundo. Pero es también el fundamento de una esperanza que nos lleva más allá de la muerte, a la vida eterna, al cielo con él, donde está resucitado y glorificado.

Con la alegría inmensa y el gozo indecible que experimenta la Iglesia por la resurrección de su Señor, decimos al Resucitado: Señor Jesús, resucitado de entre los muertos, te damos gracias porque con tu resurrección renuevas en nosotros el don de la fe y nos ayudas a vivir en la esperanza que es fortalecida por el amor, para vivir desde ya como creaturas nuevas y orientar toda nuestra vida a la meta final de tu gloria en el cielo.

¡Cristo ha resucitado! Verdaderamente ha resucitado el Señor. Amén. Aleluya.