Vivamos como verdaderos hijos de Dios

Solemnidad de Santa María Madre de Dios,

Sábado 1 de enero de 2022. Catedral de Ciudad Quesada, 11:00 a.m.

Por gracia, bondad y providencia de Dios, tenemos el gozo y la alegría de iniciar hoy este nuevo año 2022, con la esperanza de que sea mejor, más próspero, más seguro y más saludable que los precedentes, fuertemente marcados por la experiencia de la pandemia causada por el COVID-19, el cual nos ha aquejado con personas contagiadas, otras difuntas y una dura crisis socioeconómica. Como personas de fe, en este momento abrigamos ilusiones, esperanzas, buenos deseos y sentimientos de cara a este nuevo año que el Señor nos concede. Nos colocamos delante del 2022 con confianza en el amor y la providencia de Dios que nos acompañan a cada momento y en cada situación de nuestra vida.

Al inicio de este nuevo año, también nos acompaña e inspira la figura y el testimonio de María, Madre de Dios y Madre nuestra también. Como creatura excepcionalmente preparada y bendecida por Dios, ella fue el instrumento que eligió el Padre para darnos a su Hijo, Cristo el Señor, el Mesías prometido y esperado, el Salvador y Redentor del mundo. María fue instrumento dócil y obediente de Dios para llevar a cabo su plan de amor y salvación. Por ello, la Iglesia, al iniciar hoy el año, nos propone a María como modelo de fe, confianza, esperanza y entrega a Dios. Ella nos inspira para ponernos en manos de Dios durante todo este año. Así lo hizo ella siempre, por eso dijo sí para que en su seno tomara nuestro cuerpo y nuestra carne el Verbo y el Hijo de Dios; por tanto, ella es verdadera Madre de Dios.

Desde la Palabra de Dios, que se nos ha proclamado en esta celebración, y desde estas primeras horas del año 2022, meditemos y roguemos:

1.- Pedimos y esperamos la bendición de Dios: el libro de los Números, en la primera lectura, nos presenta una conocida y famosa fórmula de bendición de Dios para su pueblo Israel. Dios, como Padre amoroso y providente, siempre busca el bien para nosotros sus hijos y nos bendice continuamente con la abundancia de sus dones y gracias. Necesitamos la bendición, la compañía y la ayuda de Dios, por ello, al pedir el favor de Dios, con mucha esperanza iniciamos hoy un nuevo año sabiendo que Dios nos bendice en cada momento y circunstancia. Con fe y confianza recibimos esta palabra de bendición para todos y para todo el mundo: “Que el Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda la paz”. Que el Dios amoroso y providente nos bendiga en este año con salud, trabajo y paz. Especialmente pedimos la bendición de Dios para poder superar la crisis de la pandemia que ya se ha extendido por casi dos años.

2.- Centremos nuestra vida en Jesús, Hijo de Dios e hijo de María: con la enseñanza del evangelio de Lucas, queremos que este nuevo año 2022 esté verdaderamente centrado en la persona de Jesús, el Niño-Dios nacido en Belén, de las entrañas maternas de María. Queremos centrar toda nuestra vida, nuestros pensamientos, palabras y acciones, en el Niño que vieron y adoraron los pastores en el pesebre. Centrar todo nuestro ser y quehacer en el Niño que María dio a luz al mundo como don supremo de amor y salvación. El reto de siempre, pero especialmente para el año que empezamos, es estar muy cerca de Jesús como María: cerca para conocerlo más, adorarlo y contemplarlo; cerca para llenarnos de su amor y de su paz; cerca para guardar y meditar en nuestro corazón todas las cosas del misterio del Dios hecho hombre como lo hizo María.

3.- Vivamos como verdaderos hijos de Dios: la segunda lectura de la carta de San Pablo a los gálatas, nos recuerda que, en la plenitud de los tiempos, el Padre envió a su Hijo al mundo para redimirnos y hacernos hijos suyos por adopción. Y lo hizo naciendo de una mujer, de quien tomó nuestra carne y sangre. Esa mujer real y verdadera fue María, la sierva humilde y sencilla del Señor, instrumento fiel y dócil de Dios. Somos hijos de Dios, en el Hijo, por medio de María, la Madre de Dios. Nuestra realidad y dignidad de hijos de Dios nos desafía a actuar y vivir con un testimonio luminoso y edificante, pues no somos personas comunes y corrientes, sino hijos de Dios llamados a aportar y testimoniar los valores del evangelio donde estemos y en medio de lo que hagamos. Los hijos de Dios estamos llamados a marcar la diferencia para colaborar en la búsqueda de un mundo y una sociedad cada vez mejores.

Hermanos, iluminados por la Palabra de Dios e inspirados en el ejemplo de la Virgen María, iniciemos este año con mucha ilusión, esperanza, ánimo, responsabilidad y buenos propósitos. Si el amor, la gracia y la paz de Dios están siempre con nosotros, entonces demos lo mejor de nosotros mismos, haciendo un esfuerzo por ser mejores, por vivir más cerca y en comunión con Dios. Llevemos adelante todo lo que tengamos que hacer con amor y generosidad, como lo hizo María en cumplimiento fiel de la voluntad de Dios.

Celebramos también hoy en la Iglesia la 55 Jornada Mundial de Oración por la Paz. El Papa ha titulado su mensaje de este año: “Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera”. Sin duda, el diálogo, la educación y el trabajo son expresiones fundamentales de la vida de toda persona, y como lo dice el Papa, han de ser medios e instrumentos eficaces para para construir y consolidar la paz que todos ansiamos y necesitamos, sobre todo en sociedades con más conflictos y menos oportunidades.

En este primer día del año, en esta jornada de oración por la paz, pidamos especialmente por nuestro país que en pocas semanas se apresta a tomar decisiones fundamentales para su presente y futuro en el próximo proceso electoral. El Señor nos ilumine a todos con su sabiduría y don de discernimiento para que decidamos en favor de todo aquello que represente bien común para nuestra nación.

Como fruto de la celebración de esta primera Eucaristía del 2022, el Señor nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, un año nuevo colmado de bendiciones, salud, trabajo, gozo, paz y bienestar para todos desde el amor de Dios. Así sea, amén.